Ciudades en transición: Hacia una economía amistosa después del petróleo

Ciudades en transición: Hacia una economía amistosa después del petróleo

Claire Wiliquet

Hoy en día hay un consenso entre los analistas acerca de las reservas petrolíferas: la producción de petróleo ha tocado techo y va a comenzar a descender.  Esta disminución de la producción, acompañada por un aumento de la demanda se traduce en una subida sostenible del precio del petróleo.  Esto hace sonar el tañido fúnebre de una época en el que el petróleo era abundante y barato.

Entonces, si toda nuestra organización social estaba basada sobre el acceso fácil a éste recurso, debemos ahora repensar en función de esta nueva variable.  Se trata de construir una resilencia frente a la disminución de los recursos petroleros, con el fin de que la transición de una sociedad dependiente de las energías fósiles a una sociedad en la que estas energías son escasas se produzca sin golpe ni tensión.

Es en esta dinámica en la que se inscriben el movimiento de transición nació en el año 2005 en Kinsale, Irlanda.  El movimiento lo fundó Rob Hopkins, profesor de permacultura en la Kinsale College of Further Education.  Hoy en día, una multitud de proyectos están en marcha en todo Occidente, y tienen la particularidad de ser llevados a cabo por los mismos ciudadanos.  Si el objetivo del movimiento es preparar una transición hacia una economía menos dependiente del petróleo, el movimiento quiere igualmente tener en cuenta la cuestión del calentamiento climático.  Si no se considera ambos aspectos en su interdependencia, la búsqueda de solución para uno corre peligro de traer consecuencias negativas sobre la otra.  Al doble desafío de la resilencia y del recalentamiento, parece existir sólo una sola solución: la reducción drástica del consumo de energía.

Para esta necesaria sobriedad energética, las iniciativas de transición se inscriben en una óptica de disminución.  Dada la dependencia de la esfera de la producción en relación al petróleo, su escasez y el aumento del precio van a la par de una recesión económica.  El objetivo de las iniciativas de transición es el de crear las condiciones para que la recesión y la catástrofe social no vayan necesariamente unidas.

En el Manual de la Transición: De la dependencia del petróleo a la resiliencia (Green Books Ltd, 2008), Hopkins da toda una serie de ejemplos de cosas que pueden ser aplicadas a nivel local para construir la resiliencia.  Último de Octubre de 2011, publicó el libro de seguimiento El Compañero de Transición: Hacer tu comunidad más resistentes en tiempos de incertidumbre.

Rob Hopkins lanzando al Compañero de Transición, de Octubre de 2011. Foto de: positivenews.org.uk

A nivel económico, él imagina intercambios más locales, el desarrollo de empresas familiares y el desarrollo de monedas locales.  A nivel de la alimentación, crear explotaciones más pequeñas y polivalentes, incrementar la mano de obra concedida a la agricultura, y desarrollar la jardinería urbana.  En lo que concierne a la energía, se trataría de reducir el consumo del 50%, y el 50% utilizado sería abastecido por energías renovables y producidas localmente.  Con relación al transporte, habría que desarrollar los transportes públicos, fomentar el transporte compartido y la bicicleta.  También habría que poner un freno en el turismo de larga distancia y reducir es esparcimiento de las ciudades.

En lo que concierne a las viviendas, Hopkins preconiza el aumento de su eficiencia energética y el desarrollo de los hábitat agrupados.  Si la resiliencia esencialmente pasa por la relocalización, no se trata por eso de una negativa categórica de los intercambios de larga distancia ni una voluntad de regreso a la autarquía.  Se trata más bien de un fomento de lo local.

En esta perspectiva de relocalización, ciertas iniciativas de transición van hasta colocar una moneda local para relocalizar y autonomizar su economía.  Esta medida tiene por objeto evitar que las riquezas producidas localmente sean absorbidas por la economía global.  Permite también disminuir la dependencia con relación al sistema financiero para amortiguar los choques en caso de crisis.  La moneda corriente no desaparecería por tanto, pues las dos monedas son complementarias.

La clave para iniciar el cambio que utilizan las iniciativas de transición es el desarrollo de una visión positiva del futuro, de la manejabilidad, del lado festivo del movimiento que animan a participar en ello.  Las realizaciones concretas: huertas, abonos compuestos, redes de intercambios.  De una parte, son lugares donde se desarrollan la ayuda mutua y la manejabilidad y, por otra parte, estas realizaciones son la prueba que otra cosa es posible.

Se trata de tomar un control sobre su vida, sobre su entorno, de no ser más un consumidor pasivo sino de volver a ser actor de su vida.  Los procesos de toma de decisiones en el seno del proyecto permiten una participación: las ciudades en transición son laboratorios de la democracia participativas.  Los ciudadanos que participan en las iniciativas de transición dan un marco alternativo en el cual inscribir su vida cotidiana y darle un nuevo sentido: vivir en el respeto de valores ecológicos y sociales en una perspectiva de bien común.

Para más información y actualizaciones sobre el movimiento de transición, por favor visite el blog de Rob Hopkins, Cultura de Transición .

Ms Claire Wiliquet es un miembro del personal del Centro Avec en Bruselas, Bélgica, un centro de investigación de jesuitas de ciencias sociales.

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