Catherine Devitt
En su discurso a los medios de comunicación durante la jornada de clausura de las negociaciones sobre el clima COP21 en Le Bourget el 11 de diciembre de 2015, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, reconoció que había asistido a “negociaciones multilaterales difíciles, pero estas habían sido las negociaciones más complejas y difíciles, pero también las más importantes para la humanidad.”

Esta declaración refleja el peso de expectativas puestas en la COP21. Para muchos, el Acuerdo de París fue un éxito, lo que refleja un reconocimiento explícito por parte de las naciones del mundo, de que el cambio climático es un problema grave que requiere una acción urgente. Sin embargo, aunque su objetivo a largo plazo es ambicioso, el Acuerdo se queda corto en medidas de acción concretas.
El Acuerdo es un éxito porque existe:
- Un reconocimiento explícito por 195 países de que el cambio climático es una amenaza seria
- El objetivo de limitar el aumento de temperatura de 1,5 grados C por encima de los niveles preindustriales
- La inclusión de un proceso de revisión de cinco años legalmente vinculante de los planes nacionales de emisión, con el apoyo de un sistema de monitoreo transparente
- Continuo y sostenido compromiso con la mitigación y adaptación de iniciativas de financiación en los países en desarrollo y los países más afectados por el cambio climático
- La asignación de la responsabilidad de los países desarrollados a “tomar la iniciativa” en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero
- En general, el Acuerdo de París proporciona el impulso para un cambio más ambicioso.
El Acuerdo decepciona porque:
- No incluye ninguna referencia a dejar los combustibles fósiles sin extraer del suelo.
- No hay fecha específica para establecer un pico en las emisiones de gases de efecto invernadero mundial.
- La ausencia de las emisiones del transporte marítimo y la aviación en el acuerdo final
- Hay vagas referencias a las tecnologías y acciones que puedan allanar el camino a falsas soluciones con implicaciones sociales y ecológicas potencialmente perjudiciales.
Sobre el aumento de la temperatura
Un informe científico publicado a principios en Climate Change Responses (P Tschakert, 2015) encontró que un aumento de temperatura de 2 grados C por encima de los niveles preindustriales significaría un desastre para las regiones costeras bajas, y que se necesitaba un objetivo más exigente para mantener las poblaciones vulnerables a salvo de los efectos del cambio climático.
Por lo tanto, el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 grados C es un buen resultado. El texto final tiene como objetivo mantener el calentamiento “muy por debajo” de 2 grados de los niveles preindustriales y hacer todos los esfuerzos posibles para limitar el aumento de las temperaturas a 1,5 grados. Recogida junto al límite de los 2 grados en el texto final, la meta de 1,5 grados C representa un objetivo mucho más fuerte de cara al progreso y ambiciones futuras.
Sobre la reducción de emisiones
El mecanismo fundamental para lograr el objetivo de temperatura de 1,5 grados C requiere que cada parte “preparará, comunicará y mantendrá las sucesivas contribuciones, determinadas a nivel nacional, que se proponga alcanzar.” Sin embargo, aquí es donde se queda corto en las acciones.
Actualmente, los niveles de emisiones prometidos de 186 países suman un aumento de 2,7 grados C de temperatura, mucho mayor que la 1,5 grados C incluidas en el Acuerdo y mayor que el límite de 2 grados necesaria para mitigar los niveles de un cambio climático peligroso. Alcanzar ambos límites de temperatura requiere el logro de cerca de cero emisiones de dióxido de carbono en la segunda mitad del siglo (Programa de Medio ambiente de las Naciones Unidas, 2015).
El texto final considera que las naciones aspiran a alcanzar su punto máximo de emisiones “tan pronto como sea posible.” No se incluye ninguna fecha específica en el Acuerdo, aunque se reconoce que las naciones en desarrollo deberían alcanzar su punto máximo de sus emisiones más tarde que las naciones desarrolladas. Como una manera de lograr esto, el texto vagamente se refiere a la necesidad de “lograr un equilibrio entre las emisiones antropogénicas y su absorción, en la segunda mitad del siglo.”
Para algunos comentaristas, esto se traduce en lograr que las emisiones netas sean cero en cualquier momento entre 2050 y 2100, mientras que se podría seguir emitiendo carbono si se equilibra gradualmente mediante tecnologías de captura y secuestro de los gases (es decir, cualquier modo de capturar y enterrar carbono, incluyendo medios biológicos tales como los bosques y suelos, y los procesos físicos y químicos, como la inyección de carbono).
Revisión cada cinco años
La inclusión de un ciclo de revisión cada cinco años, legalmente vinculante, permite a los gobiernos revisar progresivamente los niveles de ambición. Para lanzar este proceso, se llevará a cabo un “diálogo de facilitación” en 2018 destinado a hacer un balance de los esfuerzos colectivos. En 2023, comenzará el ciclo de revisión cada cinco años. Si bien los objetivos de emisión dentro de estos planes no son jurídicamente vinculantes, el texto final permite un proceso de seguimiento y revisión transparente – sin duda, un gran paso adelante.
En términos de responsabilidad, los países desarrollados deben “seguir tomando la iniciativa en la reducción de gases de efecto invernadero” y a los países en desarrollo se les anima a “intensificar sus esfuerzos,” en una transición paulatina hacia la reducción de las emisiones.
Sin embargo, no hay ninguna referencia a dejar recursos de combustibles fósiles bajo tierra – a pesar de la evidencia científica (McGlade y Ekins, 2015) al tiempo que destacados líderes de la justicia climática como Mary Robinson nos dice que debemos actuar así si queremos evitar niveles peligrosos de cambio climático.
Permitiendo las emisiones netas cero en lugar de la des-carbonización completa se puede abrir la puerta a técnicas de geo-ingeniería y de secuestro de carbono potencialmente dañinas.
El Acuerdo también está abierto a la utilización de mecanismos de un mercado de carbono a pesar de que la evidencia (T Laing et al, 2013) sugiere que el comercio de carbono en su forma actual ha sido ineficaz en la reducción de las emisiones. Incluso el papa Francisco en Laudato si’ (LS) critica a los derechos de emisión como “un recurso que permita sostener el sobreconsumo de algunos países y sectores” (LS 171). Ecojesuit informó sobre el sistema de comercio de emisiones de la UE, a principios de este año.
Sobre las pérdidas, daños y la financiación
El Acuerdo establece un grupo de trabajo para “desarrollar recomendaciones de enfoques integrados para evitar, reducir y responder a desplazamientos causados por impactos adversos del cambio climático.” Conceptos sobre deudas y compensación (que podrían resultar en naciones afectadas exigiendo compensaciones de los grandes contaminantes) fueron excluidos del texto final, tales como que los países desarrollados no pueden ser considerados responsables por los impactos, pasados o futuros, relacionados con el cambio climático. De hecho, el Acuerdo “no implica ni ofrece ninguna base para generar deudas o compensaciones,” imposibilitando una respuesta desde la justicia climática.
En términos financieros, los países desarrollados deben contribuir con recursos financieros “desde una base de 100 mil millones de USD por año, teniendo en cuenta las necesidades y las prioridades de los países en desarrollo,” aunque no está muy claro cómo se hará esto. Esta cantidad se revisará en 2025, aunque los países en desarrollo insistieron que no era suficiente, y que no hay un objetivo financiero distinto para adaptación.
Sorprendentemente, la cifra de 100 mil millones por año se oscurece ante los 548 mil millones estimados que se han gastado en 2013 para subvencionar el consumo de combustibles fósiles según la Agencia Internacional de la Energía, lo que muestra claramente que es necesario un incremento notable de las inversiones en cambio climático.
Otros puntos polémicos

En los últimos días de las negociaciones se eliminaron, o se redujeron su importancia, las referencias a importantes aspectos como los derechos humanos, la seguridad alimentaria y la justicia climática. Grupos medioambientalistas apuntaron el obvio “elefante de la habitación” – las emisiones de la aviación y la navegación mundiales no aparecen en el texto final.
La ironía, es que el sólo una pequeña parte de la población mundial puede pagar los viajes en avión, y cuando se le añade la navegación, son más del 5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. La exclusión de las emisiones de la aviación y la navegación del Acuerdo hace muy difícil el objetivo de los 1,5 grados C, y reduce la esperanza de mantener el incremento de temperatura por debajo de 2 grados.
A la energía renovable se la cita sólo una vez (cuando se habla de lograr el acceso a energía sostenible en Africa), por otro lado, se hacen vagas referencias a las “tecnologías” y “acciones,” dejando mucho terreno a posibles falsas soluciones (que pueden, potencialmente, causar mucho daño social o ecológico) que pueden aparecer como soluciones rápidas. Además, la protección y fortalecimiento de los ecosistemas, que juegan un papel fundamental en los procesos de mitigación y adaptación, reciben una vaga mención al final del texto.
Esperanza en un movimiento social en crecimiento
Más allá del Acuerdo de Paris, hay mucha esperanza en el movimiento global de acción sobre el clima, que se ha expandido de forma considerable y no se reduce sólo a medioambientalistas, sino que ha adquirido una amplia base en la sociedad civil.
Esta extensión puede responder al inicio de la “conversión ecológica” a la que llama el Papa Francisco en Laudato si’ (LS 217). El Papa Francisco pide “un nuevo diálogo sobre cómo estamos configurando el futuro de nuestro planeta… una conversión que incluye a todos… una nueva y universal solidaridad” (LS 14).
En esta dinámica, aunque el Acuerdo de París puede ser débil en algunos aspectos, ofrece un vehículo que permite a la sociedad civil exigir a sus gobiernos que respondan de sus propias promesas, reduciendo la distancia entre ambición y acción.
Tiempo de desafío en frente de nosotros
El Acuerdo de París comenzará a ser efectivo en 2020, lo que supone un reto para el tiempo que viene, especialmente si algunos pasos no se planifican, coordinan y no se implementan inmediatamente. También significa que el Acuerdo no exige reducción de emisiones a los países antes de 2020, lo que supone un desafío para las cantidades de carbono que pueden ser emitidas de aquí a 2020.
A pesar de algunas carencias notables, el Acuerdo es un paso hacia adelante muy importante, ofreciendo una base para los países desde la que se pueden preparar a girar hacia sociedades bajas en carbono.
Al mirar al futuro, la autora de este artículo siente mucha inspiración y guía en Charles Eisenstein, el activista del decrecimiento, quien hablando de la conferencia de París hablaba de una revolución del amor. “Cuando nosotros, como sociedad, aprendamos a ver el planeta y todo lo que están en él como seres que merecen respeto – en sí mismos y no solamente por la utilidad que puedan tener para nosotros.. entonces nos daremos cuenta que lo que hacemos a una parte de la naturaleza, de manera inevitable, nos lo hacemos a nosotros mismos. La narrativa del cambio climático actual es sólo un primer paso hacia esa comprensión.”
Catherine Devitt es la Responsible de Justicia Medioambiental en el Centro Jesuita de Fe y Justicia de Dublín, Irlanda. Se le puede contactar a través de su mail cdevitt(at)jcfj.ie.
Referencias
Laing, T, Sato, M, Grubb, M, & Comberti, C. (2013) ‘Assessing the effectiveness of the EU Emissions Trading System’, No. 106, GRI Working Papers, Grantham Research Institute on Climate Change and the Environment
McGlade, C, & Ekins, P (2015) ‘The geographical distribution of fossil fuels unused when limiting global warming to 2oC’, Nature, 517:187–190. doi:10.1038/nature14016
Tschakert, P (2015) ‘1.5oC of 2oC: a conduit’s view from the science-policy interface at COP20 in Lima, Peru’, Climate Change Response, 2(3). doi:10.1186/s40665-015-0010-z
UNEP (2015) The Emissions Gap Report 2015. A UNEP Synthesis Report. Nairobi: United Nations Environment Programme