El precio de los alimentos se dispara

El precio de los alimentos se dispara

José Ignacio Garcia

El pasado 3 de febrero la FAO, mediante su Índice de Precios Alimentarios, advertía que los precios de los alimentos habían alcanzado su máximo histórico en Enero 2011, en concreto la cifra más elevada desde que la FAO elabora este índice desde 1990. Obviamente la situación es más preocupante para los países menos desarrollados que necesitan acudir al mercado internacional para cubrir sus déficits de alimentos y poder garantizar alimentos a la población, pues precios elevados de los alimentos repercuten en los hogares más pobres que tienen que dedicar un porcentaje mayor de sus rentas para comprar alimentos, entre un treinta y un cincuenta por ciento de la renta familiar puede ser necesaria para cubrir estas necesidades. Se comprende que un aumento del precio de estos productos pueda producir tensiones sociales.

Para evitar esta situación algunos gobiernos han decidido aumentar las compras de alimentos en el exterior, pero esta medida refuerza la tendencia al alza de los alimentos en los mercados internacionales. Y un incremento de los precios automáticamente atrae a los especuladores. El Presidente francés Sarkozy planteaba recientemente en el foro de Davos si era normal que un especulador, en una única transacción, pudiera comprar el 15% de la producción mundial de cacao sin pagar un centavo por ese cacao y “revendiéndolo sin haber pagado por él” “¿esto es el mercado?” “¿es normal?” Y recordó, así mismo, cómo los precios se habían disparado por la acción de los especuladores cuando Rusia y Ucrania decidieron cerrar sus exportaciones. Estos países tuvieron cosechas escasas y para evitar desabastecimiento interno decidieron prohibir las exportaciones. La amenaza de reducción de oferta de cereales disparó los precios.

La especulación en torno a la escasez de las cosechas se ha visto reforzada por el deseo de algunos gobiernos de ampliar las compras en el exterior para evitar problemas de desabastecimiento y conflictos sociales, así Arabia Saudí, indonesia o India han informado en este sentido. No se puede olvidar que la superficie cultivada destinada a biocombustibles sigue aumentando, en parte por los compromisos medioambientales de muchos países desarrollados para reducir emisiones. Todo invita a suponer que los mercados de alimentos seguirán con precios elevados durante bastante tiempo. Por último, y no es menos importante, la volatilidad y las malas expectativas en los mercados financieros habituales han hecho que muchos fondos de inversiones pongan sus ojos en las materias primas y las vean como un “valor seguro”. Lamentablemente cuando estos inversores miran algo automáticamente incrementan su precio. Precio que los pobres tienen que pagar en una proporción enorme sobre sus ingresos.

Pero no podemos olvidar que junto a estos aspectos más coyunturales, aunque la producción de biocombustibles puede ser un factor de largo plazo, hay otros dos aspectos que tienen un carácter más estructural y que irán marcando el futuro del mercado de los productos alimentarios. En primer lugar está el aumento de la demanda en China e India, aumento debido a que la población consume más alimentos y de más calidad (proteínas de origen animal); esta es una tendencia que está empezando pero que seguirá creciendo. Y en segundo lugar el aumento sostenido de la población mundial: si en 1999 llegamos a ser 6.000 millones de personas viviendo sobre el planeta pero según Naciones Unidas seremos 7.000 millones en 2011. Y se espera que lleguemos a 9.000 millones en 2050. Obviamente una presión demográfica enorme sobre el planeta.

Que la situación es complicada, y lo será todavía más en el futuro, lo confirma el informe de prospectiva del gobierno del Reino Unido sobre “El futuro de la alimentación y la agricultura: Retos y Opciones para una Sostenibilidad Global”, que intenta avanzar los retos alimentarios en 40 años. Las soluciones no son evidentes, y obviamente tendrá que ser un conjunto de alternativas las que se pongan en juego. La tecnología jugará un papel determinante, como ya lo jugó en los años 70. La mejora en la gestión del suelo y el agua serán también imprescindibles. Actuar sobre los hábitos alimentarios, reduciendo el sobre-consumo de los países desarrollados y mejorando notablemente la dieta en los más pobres, sin olvidar el objetivo inexcusable de erradicar el hambre. Todos estos elementos tendrían que formar parte de una solución, pero tampoco deberíamos olvidar la transparencia en los mercados de alimentos y como el mismo Presidente Sarkozy proponía deberíamos contemplar que los productos alimenticios quedaran fuera de los mercados especulativos. No es un reto pequeño.

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