Fomentar la espiritualidad como acción sostenible

Fomentar la espiritualidad como acción sostenible

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José Eizaguirre, entrevistado por Paula Sendín

Ecojesuit comparte una breve entrevista de José Eizaguirre sobre su reciente libro Todo confluye: Espíritu y espiritualidad en los Movimientos altermundistas.  Habla con Paula Sendín sobre sus pensamientos de la búsqueda de estilos de vida más simples, buscando la conectividad interna y la integración con la naturaleza a través de un retorno a un estilo de vida que ofrece esta cercanía con la naturaleza.

Ecojesuit: ¿Crees que la vuelta a lo rural es una necesidad de la persona de conexión para conectar con uno mismo y con otros?

 José: Yo diría que es una manifestación de esa necesidad de conexión.  Después de décadas de éxodo rural hacia las ciudades hoy estamos siendo testigos de cómo algunas personas hacen el recorrido inverso.  Creo que se puede reconocer en esa vuelta a lo rural una búsqueda de integración de las personas con la naturaleza, con los demás y consigo mismas.  Y percibo aquí un rasgo indiscutible de espiritualidad.  La palabra monje viene de monacos que a su vez procede de mono, que significa uno, unificado.  El monje, la monja, es alguien que ha hecho la experiencia de integrar todas las dimensiones de la persona y a la vez de hacer la experiencia de estar integrado con el resto de criaturas formando una unidad misteriosa.

Hoy encontramos esta misma búsqueda en las personas que hacen ese movimiento de retorno, no necesariamente a lo rural sino yo diría que a lo más natural.  En las ciudades cada vez hay más gente que se preocupa de llevar una vida sana, un ritmo de vida equilibrado, una alimentación saludable, un cultivo de aficiones manuales y creativas, un contacto con la tierra, por ejemplo, cultivando en terrazas y azoteas o en huertos urbanos.

Ecojesuit: Respecto a los huertos urbanos a los que se refiere el libro, ¿hay más de conciencia o de necesidad de acercarse a la naturaleza?

José: Hay una amalgama de motivaciones en la que podemos descubrir todo eso.  En el libro menciono el testimonio de Josep Maria, que cultiva hortalizas en la terraza de su casa, en un barrio céntrico de Barcelona: “Lo de menos, dice, son los cuatro tomates que cosecho al final de la temporada; lo hago para mancharme las manos de tierra.”  Como él otros se acercan a los huertos urbanos para mancharse las manos de tierra, cavar, abonar, sembrar, regar… Hay una necesidad de todo eso para quienes viven en ciudades.  Como apunta Francisco en la Laudato si’ (44), “no es propio de habitantes de este planeta vivir cada vez más inundados de cemento, asfalto, vidrio y metales, privados del contacto físico con la naturaleza.”  El contacto físico con la tierra es algo propio de nuestra condición humana y qué bueno es recuperarlo cuando notamos que nos falta.

Además de esta motivación, encontramos también la conciencia de saber que con estas actitudes y prácticas estamos contribuyendo a otro mundo mejor y esto juega un papel importante el apoyo de otros hortelanos urbanos.  Nos vamos haciendo más conscientes de cómo vivimos y de cómo queremos vivir, de lo que pasa en el mundo y de por qué pasa lo que pasa.  “La alternativa al neoliberalismo se llama conciencia,” decía José Saramago, y la conciencia es también un rasgo de espiritualidad.  En las tradiciones orientales, se dice que quien ha alcanzado el culmen en la vida espiritual ha llegado a la “iluminación.”  Una “luz” que es mucho más que un mero conocimiento intelectual; se trata de un “ver,” un “caer en la cuenta.”

 Ecojesuit: El acercamiento entre todos y con la naturaleza, ¿rompe con la globalización de la ‘indiferencia’ de la que habla el Papa Francisco?

José: Sin duda.  Cuando uno se siente parte de algo que le conecta a todo y a todos, entonces no puede ser indiferente a esos con quienes se siente conectado.  No se trata de un principio moral que nos impele a “no hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros” sino de la experiencia de que lo que le hacemos a los demás nos lo estamos haciendo a nosotros mismos, pues todo está relacionado, como la sangre que une a una familia.  ¡Y es que somos una familia!  Aquí aparece la palabra compasión que tiene un significado precioso más allá de su resonancia religiosa: padecemos-con aquellos que padecen porque nos sentimos próximos, unidos, conectados.

Exactamente lo mismo podemos decir de la naturaleza.  Su cuidado no obedece a un imperativo moral o a un ejercicio racional de sensatez ante el Cambio Climático.  ¡Si es que lo que le hacemos a la naturaleza nos lo hacemos a nosotros mismos!  De esta manera, vamos integrando hábitos de comportamiento poco contaminantes y dañinos, no por ideología sino por sensibilidad: ¡si es que nos duele en el alma y en el cuerpo el daño que estamos provocando con nuestro estilo de vida!  No es una cuestión de ideología sino de corazón.

Ecojesuit: ¿La “vuelta a lo rural” favorece las relaciones humanas que ironicamente se han interrumpido en la era de la Comunicación de masas?

José: Hoy vivimos en la era de la sobreinformación.  Estamos bombardeados constantemente por mensajes de todo tipo.  Las redes sociales y los dispositivos móviles, con todas las ventajas que aportan, nos hacen perdernos en una maraña de relaciones superficiales.  Nos transmitimos más mensajes, pero no sabría decir si nos comunicamos más o, al menos, con más profundidad.

Los estilos de vida equilibrados, donde hay tiempo para el trabajo y el descanso, el ejercicio físico y la creatividad artística, la contemplación y la solidaridad, también favorecen unas relaciones humanas de calidad.  Conozco personas que después de utilizar durante un tiempo teléfonos móviles con “Whatsapp” han vuelto a los primeros aparatos no conectados a internet.  Son admirables esta lucidez para ser conscientes de lo que nos aporta y nos condiciona la tecnología y esta valentía para dar pasos en la dirección que nos sugiere una mayor humanización.

Nuevamente, no se trata solo de lo “neorrural” sino más bien de lo “neonatural,” volver, con una nueva conciencia, a estilos de vida más “naturales,” también en cuanto respecta a las relaciones humanas.

Ecojesuit: ¿Dónde tiene cabida en esta era la religión y de que manera se puede integrar?

José: Siguiendo un símil conocido, las religiones son el dedo que apunta a la luna; el sabio mira a la luna y el necio se queda mirando al dedo.  Las religiones tienen un valor enorme: son riquísimos pozos de sabiduría espiritual transmitida por millones de creyentes a lo largo de miles de años.  Pero millones de dedos apuntando a la luna no son la luna.  Tan necesario es reconocer el valor de las religiones como reconocer su carácter de mediación.  Por lo mismo, tan contraproducente es rechazar la religión como absolutizarla.

Y por eso hacen falta personas que tiendan puentes desde estas dos orillas: personas religiosas que a la vez que se identifican con su respectiva tradición son capaces de relativizarla.  Y personas que, viviendo la espiritualidad al margen de la religión, son capaces de apreciar lo que hay de bueno en las tradiciones religiosas.  Haciéndolo así no solo tenderemos puentes entre la religión y los ámbitos “altermundistas” (esos que pregonan que “otro mundo es posible”) sino también entre unas religiones y otras, dándonos cuenta del carácter de mediación que tienen en común.

Para los cristianos, además, este acercamiento nos puede traer el sorprendente descubrimiento de que el Espíritu está presente y actuando fuera de los límites de nuestra Iglesia.  El libro concluye con una cita de Pablo d’Ors en la que recuerda que la función del testigo no es tanto predicar sino testificar lo que ha visto.  El testigo de Cristo sería entonces quien es capaz de reconocer y señalar su presencia en las realidades de este mundo.  ¡Ahí está el Espíritu, y ahí, y ahí!

2016_05_31_Reflection_Photo3José Eizaguirre, español, autor de artículos, lecturas y seminarios sobre  ecología, el consumo y estilos de vida alternativos.  Publicó Una vida sobria, honrada y religiosa y es el promotor de la campaña de Cuaresma de la solidaridad Cuarenta días con los últimos cuarenta. Promovida en 2005, esta campaña se dedica cada día de Cuaresma a uno de los 40 países menos desarrollados según el Índice de Desarrollo Humano del PNUD.  José estudió arquitectura en Madrid y administración de empresas en Mondragón y trabajó como editor y como administrador provincial en la Compañía de María (Marianistas).  Actualmente trabaja con la Asociación Biotropía (Biotropía Proyecto), una iniciativa para acompañar los cambios de estilo de vida, proporcionando herramientas y poner en contacto a la gente a ayudarse mutuamente.

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