
Chad Raphael, Christopher Bacon, and Iris Stewart-Frey, del Environmental Justice Collaborative, de la Universidad de Santa Clara
En Laudato Si’, el Papa Francisco nos recuerda que “…un verdadero enfoque ecológico se convierte siempre en un enfoque social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres.” (LS 49)
En un discurso pronunciado en la Universidad de Santa Clara hace casi 20 años, el ex Padre General Peter-Hans Kolvenbach SJ habló sobre el compromiso con la justicia en la educación superior de los jesuitas. “Para asegurar que las verdaderas preocupaciones de los pobres tengan un hueco en las labores investigativas, los miembros del profesorado necesitan colaborar de manera orgánica con aquellos en la Iglesia y en la sociedad que trabajan entre y para los pobres, buscando activamente la justicia. Deben participar juntos en todos los aspectos: la presencia entre los pobres, el diseño de la investigación, la recopilación de datos, la reflexión sobre los problemas, la planificación y la acción, la evaluación y la reflexión teológica.”
El Environmental Justice Collaborative de la Universidad de Santa Clara es un seminario interdisciplinario de dos años sobre justicia medioambiental y bien común que promueve la investigación, la enseñanza y las iniciativas universitarias que ensalzan la vocación jesuita y católica de la universidad como fuerza transformadora.
Chad Raphael, profesor del Departamento de Comunicación, y Christopher Bacon e Iris Stewart-Frey, ambos profesores asociados del Departamento de Estudios y Ciencias Ambientales, publicaron este documento que identifica ocho estrategias para garantizar el compromiso académico con la justicia social y medioambiental.
1. Fomentar el aprendizaje y la participación académica de la comunidad
La justicia ambiental es mucho más que lograr una distribución justa de los riesgos y beneficios medioambientales. Se trata de algo más que de corregir las injusticias del pasado. Se trata de una justicia procesal, de asegurar que los excluidos tengan voz en la toma de decisiones medioambientales y de salud que les afectan.
Este planteamiento repercute en las decisiones que se toman en el plano de la investigación. Las agendas académicas y curriculares determinan cuánto dinero y atención se dedica a la resolución de problemas importantes, así como de quiénes son los problemas que se abordan. Los diseños de los estudios y la interpretación de los resultados pueden influir poderosamente en la opinión y políticas públicas, así como mejorar directamente la vida de los sujetos de estudio en la investigación.
Las universidades jesuitas han reconocido desde hace mucho tiempo el poder transformador del aprendizaje y la participación académica de la comunidad: estudiantes, profesorado, personal y socios de la comunidad. Si bien existen muchos tipos de investigación y pedagogía que resultan valiosos, la academia comprometida con la comunidad puede asegurar de manera más efectiva que las “verdaderas preocupaciones de los pobres tengan un hueco en las labores investigativas.” Además, este tipo de investigación puede ser particularmente transformadora porque nos pone en contacto directo con los marginados y los ambientes en que vivimos. Es precisamente esto lo que nos permite “escuchar tanto el clamor de la Tierra como el clamor de los pobres.” Cuando se mantiene en el tiempo, una academia comprometida con la comunidad podría desarrollar soluciones colaborativas para abordar los problemas a los que se enfrentan aquellos que más necesitan a los socios académicos y de quienes más necesitamos aprender y servir. Todo ello podría también derivar en un conocimiento más preciso y perspicaz del que los académicos podrían descubrir por sí mismos. (Welch, 2016)
Si bien nuestras universidades reconocen la importancia de la justicia medioambiental y del aprendizaje colaborativo con los socialmente marginados, no hemos integrado plenamente estos valores en nuestras políticas y prácticas institucionales. Para hacerlo, podemos tomar varias medidas.
2. Aclarar las políticas de contratación, permanencia en el cargo y ascensos
Un estudio reciente examinó cómo 31 colegios y universidades católicas de los Estados Unidos, varias de ellas jesuitas, expresan su compromiso institucional con una academia comprometida con la comunidad en cuanto a políticas de reclutamiento, renovación del nombramiento, promoción y permanencia en el cargo. (Wagner, 2017) Todas las facultades de la muestra se encontraban en la Elective Community Engagement Classification de la Carnegie Foundation for the Advancement of Teaching, la cual reconoce a más de 300 universidades de EE.UU. comprometidas con una educación y academia centrada en la comunidad. (Carnegie Foundation y Swearer Center, 2018)
A pesar de esto, el estudio descubrió que solo un puñado de escuelas católicas han articulado claramente cómo la investigación y el aprendizaje basados en la comunidad deben considerarse en el proceso de contratación y promoción. Algunas facultades todavía no han abordado el valor de este tipo de compromiso, mientras que la mayoría lo hace de manera ambigua, especialmente en lo que respecta a la enseñanza y la investigación. Como señala el autor, “las políticas claras y específicas que definen y nombran lo que se entiende por compromiso con la comunidad señalan al profesorado no solo lo que está permitido, sino también lo que es deseable y lo que ha de fomentarse” en su enseñanza, investigación y servicio. (pág 256)
Estudios realizados en otras partes del mundo confirman que este problema se da en todas partes a pesar del apoyo generalizado a la colaboración entre universidad y comunidad. (Appe, Rubaii, Líppez-De Castro y Capobianco, 2017; Kearney, 2015) Por ejemplo, algunas escuelas consideran que la investigación realizada por una facultad para clientes corporativos es una investigación comprometida con la comunidad (Doberneck y Schweitzer, 2017), mientras que muchas instituciones jesuitas probablemente no lo serían.
Fruto de esta correlación entre investigación/aprendizaje comprometidos con la sostenibilidad y la justicia social y la identidad de la educación católica y jesuita, necesitamos revisar nuestras políticas y prácticas para contratar y promover todos los puestos administrativos, docentes y de personal que desempeñan algún papel en el mundo universitario. Esto incluye al profesorado que no es titular, que imparte una gran parte de los cursos. También al personal, que administra gran parte del plan de estudios conjunto, incluidas las actividades de servicio a la comunidad. Todos los empleados de la universidad tienen conexiones personales y profesionales con la comunidad, lo que puede ayudar a promover el aprendizaje comprometido con la sostenibilidad y la justicia. Al revisar nuestras políticas y prácticas, debemos preguntarnos:
Sería imprescindible realizar un examen a fondo de estas cuestiones:
3. Promover una colaboración interdisciplinaria.
Debido a que los problemas de sostenibilidad y justicia trascienden las fronteras de las disciplinas académicas, las comunidades necesitan abordar estos desafíos en colaboración con equipos interdisciplinarios de académicos. Como observa el Papa Francisco en Laudato Si’:
“…La fragmentación de los saberes cumple su función a la hora de lograr aplicaciones concretas, pero suele llevar a perder el sentido de la totalidad, de las relaciones que existen entre las cosas, del horizonte amplio, que se vuelve irrelevante. Esto mismo impide encontrar caminos adecuados para resolver los problemas más complejos del mundo actual, sobre todo del ambiente y de los pobres, que no se pueden abordar desde una sola mirada o desde un solo tipo de intereses…” (LS 110)
Este compromiso académico se ha afianzado en algunas disciplinas (especialmente en las ciencias sociales y del comportamiento, la educación, el trabajo social, la salud, la agricultura y los estudios ambientales); en otras, aún queda mucho por hacer. Es el caso de las humanidades, las artes, las ciencias físicas y biológicas, las matemáticas, la ingeniería y las ciencias de la computación. (Doberneck y Schweitzer, 2017)
Podemos proporcionar recursos para asegurarnos de que el profesorado y el personal de todas las disciplinas de nuestras instituciones sean conscientes de las oportunidades que surgen a partir de este compromiso académico, así como del fomento de las colaboraciones interdisciplinarias con los socios de la comunidad.
4. Integrar la enseñanza, la investigación y el servicio.
Cuanto más puedan sintetizar los miembros del profesorado sus actividades de enseñanza, investigación y servicio, más experiencia podrán adquirir, más podrán aumentar su impacto en la universidad y en el mundo, y más podrán alinear su trabajo con la misión de la universidad.

Como muestra el Gráfico 1, los promotores de una academia comprometida reconocen que estas tres áreas de trabajo no están completamente separadas, que cada una de ellas puede fortalecerse mediante un diálogo continuo, y que la participación de la comunidad puede ayudar a los miembros de la facultad a discernir vocaciones más coherentes.
Lo que es más importante, la búsqueda de la sostenibilidad y la justicia exige una mayor integración del tradicional triunvirato de las actividades del profesorado. Como apuntaba el Papa Francisco en Laudato Si’:
“La cultura ecológica no se puede reducir a una serie de respuestas urgentes y parciales a los problemas que van apareciendo en torno a la degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas naturales y a la contaminación. Debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático…” (LS 111)
Los profesores y el personal académico pueden cultivar este enfoque holístico de la sostenibilidad sintetizando sus esfuerzos educativos, académicos y de servicio a través del compromiso con la comunidad. Las universidades jesuitas pueden valorar más explícitamente esta integración en sus:
(Continuará)
Lista de referencias
Appe, S, Rubaii, N, Líppez-De Castro, S, & Capobianco, S (2017). The concept and context of the engaged university in the global south: Lessons from Latin America to guide a research agenda. Journal of Higher Education Outreach and Engagement, 21(2), 7-36.
Campus Community Partnerships for Health (2018). Community-engaged scholarship toolkit. Retrieved from Community-Campus Partnerships for health.
Campus Compact (2018). Research university engaged scholarship toolkit. Retrieved from Campus Compact.
Carnegie Foundation for the Advancement of Teaching & the Swearer Center at Brown University (2018) Carnegie classification. Retrieved from Swearer Center, Brown University.
Doberneck, D M, & Schweitzer, J H (2017). Disciplinary variations in publicly engaged scholarship: An analysis using the Biglan classification of academic disciplines. Journal of Higher Education Outreach and Engagement, 21(1), 78-103.
Engagement Scholarship Consortium (2018). Engagement scholarship consortium. Retrieved from Engagement Scholarship Consortium.
Francis, P (2015). Laudato si’: On care for our common home. Retrieved from The Holy See.
Jordan, C (Ed). (2007). Community-engaged scholarship review, promotion & tenure package. Peer Review Workgroup, Community-Engaged Scholarship for Health Collaborative, Community-Campus Partnerships for Health. Retrieved from Community-Engaged Scholarship for Health Collaborative.
Kearney, J (2015). Challenges for community engagement: An Australian perspective. Educational Research for Social Change 4(1), 26-39.
Wagner, J (2017). The distinctive mission of Catholic colleges & universities and faculty reward policies for community engagement: Aspirational or operational? (Doctoral dissertation, The University of Vermont and State Agricultural College).
Welch, M (2016). Engaging higher education: Purpose, platforms, and programs for community engagement. Sterling, VA: Stylus Publishing.