
Jose Ignacio Garcia, SJ
Uno de los aspectos que más nos interesa como editores de “Jesuitas y Ecología en Comunicación” es buscar las conexiones entre lo que sucede a nivel local y aquello que tiene efectos globales. Sabemos que los límites no son siempre evidentes por eso nos gustaría centrarnos, en este número de junio, en dos acontecimientos que nos pueden ayudar a profundizar en las interconexiones entre lo local y lo global.
En primer lugar se trata del anuncio hecho por la Agencia Internacional de la Energía (AIE) de que las emisiones de CO2 habían aumentado de manera significativa en 2010, de hecho según las estimaciones de la Agencia se habrían alcanzado las mayores cotas de emisión de la historia lo que pone en serio peligro la posibilidad de limitar el aumento de temperatura del planeta por debajo de 2º Celsius, referencia que cuenta con el mayor consenso para limitar los efectos del cambio climático.
Si en 2009 las emisiones se habían reducido, probablemente por efecto de la crisis económica, en 2010 han vuelto a crecer de una manera importante: un 5% desde el anterior máximo en 2008, es decir de 29,3 Giga toneladas a 30,6 Gt. “Este aumento significativo en las emisiones de CO2 y las cantidades ya comprometidas por las inversiones en infraestructuras suponen un serio contratiempo para nuestras esperanzas de limitar el aumento de las temperaturas globales por debajo de 2º C” dijo el Dr. Fatih Birol, Economista Jefe en la AIE.
Para conseguir respetar este límite de los 2º C, acordado también en la Conferencia del Cambio Climático en Cancún en 2010, las emisiones de CO2 en 2020 no debería superar las 32 Gt, esto significa que en los próximos diez años las emisiones deberían crecer menos de lo que lo hicieron entre 2009 y 2010. Un reto realmente difícil.
El aumento de las emisiones no se distribuye de manera igual. Aunque los países desarrollados, los miembros de la OCDE, aportan el 40% de las emisiones globales, sin embargo su contribución en los aumentos recientes sólo es del 25%. Otros países no miembros de la OCDE, especialmente China e India, contribuyeron en mayor medida al aumento de emisiones debido al dinamismo de sus economías. En cualquier caso, aunque los países emergentes se incorporan con rapidez al club de los mayores emisores, si atendemos a criterios per cápita todavía encontramos grandes diferencias: mientras los países de la OCDE emiten 10 toneladas por habitante, China emite 5,8 toneladas y la India 1,5 toneladas. Todavía las diferencias son sustanciales.

La segunda línea para nuestro análisis son las decisiones tomadas en Suiza, Alemania y más recientemente en Italia para abandonar o suspender sus programas nucleares. En el pasado mes de mayo el gobierno helvético decidió abandonar el proyecto de construcción de tres nuevas plantas y el cierre de las cinco actualmente en funcionamiento para 2034, momento en que llegarían al final de su vida útil. Una decisión importante porque la energía nuclear supone el 39% de la electricidad que consume el país. Poco después el gobierno alemán ha anunciado que todas las plantas nucleares de este país estarán cerradas en 2022. Los siete reactores más antiguos ya están detenidos y no serán puestos de nuevo en funcionamiento, y el resto se irán cerrando hasta hacerlo completamente en el 2022. El último país ha sido Italia que en un referéndum convocado recientemente, con un 95% de acuerdo, decidía suspender los proyectos de nueva instalación de centrales nucleares. Indudablemente el accidente de Fukushima está detrás de todo este movimiento para abandonar la energía nuclear, el peso de la opinión pública que ha asistido asombrada a la tragedia en Japón ha sido determinante. En el caso de Alemania el informe (pdf) de una comisión de expertos que hizo una valoración ética de la energía nuclear ha sido muy importante y no exenta de controversia.
Todos estos acontecimientos, tan diferentes pero también interconectados, pueden ayudarnos una vez más a reflexionar sobre las relaciones entre los sucesos globales y locales y sus mutuas interacciones. Un análisis superficial podría hacer ver un cierto equilibrio entre que por un lado se produzca un aumento de emisiones de CO2 y por otro se decida el cierre de plantas nucleares en varios países de Europa. Obviamente no es así. Los fenómenos medioambientales no se pueden afrontar en clave de compensación sino que deben atender a criterios de gravedad del impacto, durabilidad del mismo y capacidad de regeneración por parte de los ecosistemas. En esta perspectiva podemos considerar que los efectos beneficiosos de reducir el riesgo nuclear no sirven para compensar la tendencia de fuerte aumento que se ha impuesto en las emisiones de CO2. Incluso será necesario constatar que la energía nuclear sea efectivamente reemplazada por otras fuentes como es el carbón, aunque por ahora todos los gobiernos han anunciado su intención de acudir a fuentes de energía renovables.
Por otro lado, frente al fuerte aumento mundial en las emisiones de CO2, es necesaria una urgente llamada a la responsabilidad de todas las sociedades, tanto de los que más emiten ya como de los que están aumentando rápidamente sus emisiones. Como señala el profesor Stern: “somos la generación que puede destruir la relación entre los humanos y el planeta” salvo que pongamos el empeño necesario para evitarlo.
Un saludo
El cambio climático ciertamente han producido una adaptación de los ecosistemas en donde los seres humanos no hemos logrado un buen proceso. Si es inevitable, eso indicaría que los estados e incluso las religiones debieron colocar condiciones más favorables para este estado de cambio.
Hoy en el caso de mi pais, la cuestión del cambio climático ha puesto al descubierto una falla estructural en el sistema de respuesta. La manera de resolver los problemas se hace con planes de emergencia y no de prevención. Esto indica que en el fondo existe aún una premisa que nos lleva al engaño, creyendo que esto “cambio climático es una moda” o simplemente es una estación como el invierno o el verano.
Si los criterios de gravedad del impacto, durabilidad del mismo y capacidad de regeneración por parte de los ecosistemas son parte de las politicas, normas y educación de la sociedad actual seguramente podremos adaptarnos y vivir en un mundo que cambia.
Un abrazo,
Neoecología.
Hola José Ignacio,
hay una errata en el último punto del penúltimo párrafo (no creo que quieras decir que el carbón no es contaminante).
Estoy de acuerdo en que es mejor separar una cosa de otra. No se puede pensar en solucionar un problema aumentando otro, de características distintas pero igual o más inquietante. El cambio climático creo que es inevitable, ya que es un proceso geológico. Lo que si puede ser cambiado es el ritmo, y aun en eso creo que tenemos un margen limitado. Tenemos que hacernos a la idea de que en las próximas décadas va a haber cambios drásticos y que la humanidad va a tener que enfrentarlos necesariamente. El planeta va a cambiar, y nuestra forma de estar en él también. La mayor exigencia va a ser un cambio de conciencia. Como se agotó el modelo feudal, el modelo actual basado en la codicia toca a su fin. Es posible que los próximos tiempos sean duros, pero como dice Silvio Rodriguez, “quedamos los que puedan sonreir, en medio de la muerte, en plena luz”.
Un abrazo
Jesús