
Pedro Walpole, SJ
“Si no se puede medir, no se puede gestionar” es un dicho atribuido al gurú de la gestión Peter Drucker (19 noviembre 1909, 11 noviembre 2005). Esta frase puede muy bien aplicarse a la gestión de los recursos naturales, y quizás uno de los mejores ejemplos de ello en los tiempos modernos, es la situación actual en el río Mekong.
El río Mekong tiene una longitud estimada de 4.909 kilómetros, pasando a través de seis países (la provincia china de Yunnan, Birmania, Laos, Tailandia, Camboya y Vietnam) y su gestión exige vincular el uso del agua y de la tierra integrando diferentes sectores, disciplinas e instituciones.
El pasado 19 de abril, los cuatro países miembros de la Comisión del Río Mekong (CRM): Camboya, la República Democrática Popular de Laos, Tailandia y Vietnam reconocieron que no podían ponerse de acuerdo sobre cómo proceder con la propuesta de construir una presa hidroeléctrica de 810 metros de largo, de 3,5 mil millones dólares EE.UU de presupuesto y ubicada a 30 kilómetros al este de la ciudad Xayaboury en el norte de Laos. También mostraron sus diferencias en cuanto a si el proceso de consulta previa debía darse por concluido.
La decisión fue aparcar estas discusiones para su ulterior examen a nivel ministerial.
En pocas palabras, hay diferencias sustanciales en los análisis de impacto relacionados con la primera de las 11 presas previstas en el bajo Mekong. Las cuestiones ecológicas de este tremendo embalse en el cauce principal del Mekong son muy complejas y no parece que se pueda hacer de una manera realista, igual dificultad se produce en el análisis del flujo de los sedimentos y las dinámicas de inundaciones o de sequía. Sabemos que los desplazamientos locales implicarían a más de 2.000 personas, con más de 200.000 personas finalmente afectadas.
Aunque en el pasado las decisiones sobre la región han estado dirigidas por la importancia dada internacionalmente al desarrollo de infraestructuras y a los presuntos beneficios, particularmente de las áreas urbanas e industriales, en este momento la sostenibilidad y la integridad de esta zona geográfica, y de sus habitantes, se están tomando en consideración.
Una complejidad añadida es cómo las sociedades globalizadas pueden desarrollar mecanismos de transparencia, y de rendición de cuentas, para gestionar mejor nuestros recursos. La Comisión del Río Mekong, establecida hace diez años, está ahora en el punto de mira y el mundo está observando si será capaz de respetar los acuerdos del 19 de abril para investigar con mayor profundidad los impactos y la sostenibilidad del proyecto de la presa de Xayaburi.
International Rivers, es una organización no gubernamental de los Estados Unidos y miembro de la coalición Save the Mekong. Esta organización informó ya en septiembre de 2010 que el proyecto de construir la presa de Xayaburi, que sería la primera presa construida en el curso principal del río Mekong, se presentaría a la aprobación de los gobiernos de la región a través de un proceso conjunto de toma de decisiones llamado “Procedimientos para la Notificación, Consulta Previa y Acuerdo” desarrollado en el seno de la CRM. Esta propuesta se adelantó en tres semanas a la publicación por parte de la mima Comisión del informe de Evaluación Estratégica Medioambiental, que adoptaba una postura crítica con los planes de construcción de presas. Este informe recomendaba que las decisiones referentes a la construcción de presas en el cauce principal del río se retrasasen por lo menos diez años, tiempo necesario hasta completar más estudios y para que quienes tienen que tomar las decisiones lo hicieran con mejor información sobre los riesgos.
Esta solicitud de la CRM para que se pospongan diez años las nuevas represas en el río es un importante revés para el papel que se supone deberían jugar estas infraestructuras en la cuenca baja del Mekong. Este sería el momento de constatar seriamente si se va a optar por la transparencia o se dará de nuevo vía libre al argumento del crecimiento económico sin control.
Los promotores ya han demostrado lo lejos que pueden llegar. Aunque acordaron iniciar el proceso presentando su propuesta a la CRM para ser aprobada, se ha sabido que camiones y cientos de trabajadores ya han comenzado a despejar caminos de acceso, se han construido barcazas y se han levantado instalaciones para producir cemento, todo ello desde noviembre de 2010.
Además, la situación política y económica de Tailandia y Laos está influyendo mucho en esta decisión, pues el proyecto Tailandés contribuiría al beneficio del pueblo de Laos. Se pretende que la presa de Xayaburi genere 1.285 MW, de los que un 95% se venderían a la red tailandesa lo que generaría una importante entrada de divisas para el gobierno de Laos.

En esta obra concreta no participan ni China ni Myanmar; China se opuso recientemente aunque por otro lado se culpa a sus presas de la actual sequía y aunque se comprometió a aumentar el intercambio de información, esto todavía se ve como algo muy limitado.
International Rivers ha informado de que “el desarrollo de una serie de ocho presas ya está en marcha, dos presas se han completado y tres están actualmente en construcción. Muchos creen que estas infraestructuras van a cambiar drásticamente el ciclo natural de inundación-sequía del rio y bloqueará el transporte de sedimentos, afectando a los ecosistemas y el sustento de millones de personas que viven aguas abajo. Se han identificad ya impactos sobre el nivel de las aguas y la pesca a lo largo de la frontera entre Tailandia y Laos”. El hecho es que estos países están actuando sin ningún control en estos proyectos.
En su informe de 2006 “Vendiendo el futuro: la red eléctrica del Mekong” (pdf), la ONG describió que el Banco Asiático de Desarrollo (BAD) y el Banco Mundial han estado planificando esta red eléctrica regional, y su correspondiente mercado, y muchos consideran que se han focalizado exageradamente en los objetivos de desarrollo económico con poca consideración por los aspectos sociales, y menos aún por los impactos ecológicos, de coherencia o de sostenibilidad. Estos bancos tampoco han permitido mucha participación en la elaboración de sus estrategias.
La Red Eléctrica del Mekong es una de las iniciativas más destacadas del programa para la Subregión del Mekong del Banco Asiático de Desarrollo, que está destinado a promover la cooperación y el crecimiento económico de las seis naciones ribereñas. Otras instituciones implicadas en este proyecto son el Banco Mundial, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), el Banco de Japón para la Cooperación Internacional, y las agencias de cooperación al desarrollo de Francia y Suecia.
A pesar de la incierta viabilidad económica del plan, la construcción de estas infraestructuras sigue avanzando. El riesgo no es para el dinero de los inversores en energía hidroeléctrica, sino para el consumidor local de esa electricidad que tendrá que asumir los costos de la construcción de la red de transporte a través de las tarifas y los préstamos de sus estados ante Banco Asiático de Desarrollo y otras instituciones financieras. Por lo tanto, no hay garantía de una electricidad más barata. Las comunidades rurales afectadas por los proyectos hidroeléctricos todavía tienen menos probabilidades de beneficiarse pues además les quitan sus recursos (agrícolas y pesqueros) para generar energía eléctrica para los centros urbanos e industriales. Además la sobreestimación del crecimiento de la demanda de energía es un problema común de la planificación energética en todo el mundo lo que lleva a un exceso de inversión en nuevas centrales eléctricas. Por ejemplo, el gobierno tailandés ha sobre estimado la demanda actual de electricidad en un 48%, algo más de 6.000 MW.
Todos estos acontecimientos reflejan un momento muy importante en el crecimiento institucional de la región y la capacidad de dar una respuesta equilibrada a estos grandes retos. Se trata de conseguir una mayor sostenibilidad en una de las entidades regionales más difícilmente gestionables, se necesitan pues nuevos niveles de cooperación y de transparencia. La CRM podría ofrecer – si se respeta – ese espacio para resolver los conflictos que surgen en los planes de desarrollo regional y que afectan en esa entidad geográfica del Gran Mekong a millones de personas cuyas vidas cotidianas están sumergidas en la inseguridad por su hogar y por sus medios de subsistencia.
El nombre y las imágenes de la Amazonía evocan en el mundo entero su reconocimiento como el pulmón de la tierra. Igualmente, la imagen del Mekong debería evocar en nuestra imaginación la capacidad de sostener la vida en la región. El Mekong se inicia en el “Tercer Polo”, en el Himalaya, donde nacen algunos de los grandes ríos del mundo (el Ganges, el Indo, el Brahmaputra, Yangtsé, el Salween, el Río Rojo en Asia, Xunjiang, Chao Phraya, el río Irawadi, Amu Daría, Sir Daría, río Tarim y el río Amarillo).
Debemos ser capaces desde nuestras propias actividades a nivel local movernos hacia una comprensión de los grandes sistemas que nos sostienen aquí en Asia. Así ha hecho la FAO cuando ha desarrollado toda una generación de técnicas de gestión de agua, aplicando el adagio de Drucker sobre la gestión. Esto debería proteger el Mekong y debería dar a la CRM la base para actuar decididamente en una gestión más transparente.