
Deepak Das
El centro jesuita Hazaribagh Dalit Vikas en la villa de Patra se encuentra en medio del valle de Karanpura, en el estado indio de Jharkhand. Sus actividades incluyen una red de escuelas comunitarias, grupo de microcréditos para mujeres y trabajo pastoral, todo ello focalizado a las comunidades más marginales, conocidas como dalits (“los intocables”).
Hay dos aspectos característicos de este valle. Primero, tiene una riqueza medioambiental que ha proporcionado sustento a los habitantes de esta región desde tiempos inmemoriales. Este valle es parte de la cuenca hidrográfica del río Damodar, al este de la India, cuyas inundaciones monzónicas han producido que estas tierras sean muy fértiles, un auténtico “tazón de arroz,” efectivamente son las más ricas en todo el estado. Múltiples cosechas aseguran el aprovisionamiento continuo de hortalizas a lo largo del año. En los pies de monte del valle, a ambos lados de la imponente cordillera Mahaudi, se conserva una buena jungla con diversidad de flora y fauna. El carácter secular del asentamiento humano es evidente por los ancestrales megalitos y los lugares con arte rupestre que se pueden encontrar a lo largo del valle, un aspecto bajo estudio arqueológico en la actualidad. Las comunidades indígenas del valle han vivido en armonía con la tierra durante miles de años, relación que tiene un significado sagrado.
El segundo aspecto significativo es que el valle es rico en carbón, con depósitos muy cerca de la superficie. Se cava un pozo y sale carbón. La población local lo extrae como combustible doméstico. Los yacimientos de carbón del norte de Karanpura almacenan alrededor del 27% de las reservas de carbón de la India. Estos yacimientos de carbón han sido divididos en 23 sectores carboníferos, para ser explotados por compañías públicas y privadas. Más de 100.000 hectáreas de tierras han sido adjudicadas para minas e infraestructuras asociadas, tierras que son el hogar de más de 200 poblaciones.
La experiencia de las comunidades con las empresas mineras no ha sido positiva en absoluto, con promesas incumplidas de desarrollo económico y con devastadores daños ambientales, que han sido descritos por Human Rights Watch como un sistema de regulación caótica y anárquica de la minería. Esto ha provocado una fuerte oposición popular al desarrollo de más actividades mineras del carbón.
Por un lado, se devastarán grandes extensiones de tierras agrícolas óptimas, daño que no se reparará nunca. La consulta a la comunidad durante la fase de toma de decisiones fue llevada a cabo por intermediarios y contratistas, provocando un déficit de auténtica implicación por parte de las comunidades, y la ausencia de un consentimiento libre, previo y basado en información suficiente. Las compensaciones que se han dado hasta ahora no pueden cubrir la pérdida de medios de vida que provoca el desplazar a las poblaciones de las tierras agrícolas productivas. La compensación económica, cualquiera que sea su cuantía, no producirá desarrollo económico significativo.
No se puede saber el grado exacto del impacto total de estas minas, ya que el gobierno no ha puesto ninguna objeción a la explotación de cada mina por separado en base a su propia evaluación de impacto ambiental, ignorando el impacto acumulado de las minas adyacentes. Un río puede soportar los desechos de una o dos minas, el desecho acumulado de todas las minas matará el río. Hay además otras cuestiones, como la combustión de combustibles fósiles no renovables, el calentamiento global, la creciente demanda de electricidad en India o el beneficio de las zonas urbanas en detrimento de las rurales.
La oposición ha sido bastante intensa este verano, y se enfrenta a una notable lucha contra los intereses de las empresas mineras y las autoridades locales que las apoyan. Frecuentemente, los activistas han tenido que la intimidación y la violencia.