
Jaime Tatay, SJ
Este año se celebra el 50 aniversario de la publicación de Primavera silenciosa, el libro de Rachel Carson que despertó la conciencia medioambiental de los países industrializados.
En las cinco décadas transcurridas desde la llamada de atención de la bióloga norteamericana sobre los efectos de la contaminación industrial sobre el medio ambiente y la salud humana, hemos observado una creciente preocupación por estas cuestiones y una variedad de posicionamientos que van del negacionismo a la apocalíptica. No sólo los medios de comunicación ofrecen una mayor atención – a menudo sesgada y catastrofista – a estos problemas, también la mayoría de actores – gobiernos, empresas, científicos, ONGs, religiones y ciudadanos de a pie – han incorporado, por convicción u oportunismo, la ecología en sus discursos y agendas.
La preocupación por la ecología es hoy un amplio vestíbulo en el que se encuentran muchas personas y actores con sensibilidades, prioridades e intereses diversos. ¿Cuáles son las razones que les han conducido a la preocupación por el medio ambiente? Estas razones son, a mi juicio, de seis tipos.
Económicas. La progresiva degradación de los ecosistemas terrestres preocupa por su consecuencias económicas presentas y futuras. Un reciente informe de la OCDE alerta: “Continued degradation and erosion of natural environmental capital is expected to 2050, with the risk of irreversible changes that could endanger two centuries of rising living standards.” Efectivamente, gobiernos, empresas y aseguradoras muestran un creciente interés por internalizar el coste real de la degradación medioambiental en sus análisis económicos. Las valiosas contribuciones de la economía medioambiental, los informes del Foro Económico Mundial o el trabajo de organizaciones como The Economics of Ecosystems and Biodiversity son buena muestra de la necesaria inclusión de la variable ecológica en los análisis económicos.
Políticas. Los efectos sociopolíticos de las catástrofes naturales y las amenazas de la degradación medioambiental para la seguridad nacional atraen también la atención de gobiernos y ejércitos. Resulta significativo que el Pentágono haya encargado un estudio sobre la amenaza que supone el cambio climático para la seguridad nacional norteamericana. El reciente informe de la Universidad de las Naciones Unidas, WorldRiskReport 2012, ha puesto de manifiesto, de forma análoga, la conexión entre degradación medioambiental y seguridad nacional. Guerras, conflictos por recursos o migraciones masivas son algunos de los problemas sociales que hunden sus raíces en la problemática medioambiental.
Intelectuales. También los científicos alertan de los procesos de degradación ecológica y sus inquietantes consecuencias futuras. El último informe del Programa Medioambiental de las Naciones Unidas, especialmente encargado para la cumbre de Rio+20, Global Environmental Outlook 5 muestra los acelerados cambios sufridos por los ecosistemas terrestres en las últimas décadas y el potencial peligro para el futuro de la vida en la tierra. Son muchos los miembros de las distintas comunidades científicas que observan con preocupación creciente estos procesos.
Estéticas. El arte y la experiencia estética siempre han encontrado en la naturaleza una fuente de inspiración privilegiada. John Ruskin afirmó que “la naturaleza dibuja para nosotros, día tras día, cuadros de una belleza infinita.” Sin embargo, la degradación de los ecosistemas terrestres y marinos ha provocado en las últimas décadas la desaparición de paisajes singulares y la extinción de numerosas formas de vida. Este proceso conlleva una reducción de la experiencia estética y de las posibilidades de plenitud humana que el arte ofrece.
Éticas. Analizar problemas de degradación medioambiental conduce, tarde o temprano, a plantear cuestiones de justicia social. La afirmación inversa también es cierta. Efectivamente, los pueblos indígenas, las minorías étnicas y las poblaciones más empobrecidas son las que soportan las peores consecuencias de la contaminación, la degradación de los ecosistemas y los desastres naturales; son ellos los que están peor preparados para hacer frente a fenómenos climáticos extremos. Estas razones de justicia intra-generacional deben ampliarse también, como insistió Hans Jonas, para incluir a las generaciones futuras en el cálculo moral del presente. La degradación medioambiental plantea cuestiones de reparto económico, justicia social y justicia inter-generacional.
Espirituales. Por último, pero no por ello menos importante, la degradación de la naturaleza es también un motivo de preocupación para la inmensa mayoría de confesiones religiosas. El mundo natural no es mera materia y energía para un creyente; es un don de Dios que está llamado a conservar. La creación es el regalo entregado al hombre para ser disfrutado, no abusado. Por ello las religiones, actores clave en nuestra sociedad, pueden y deben tener una palabra respecto a la cuestión ecológica.
Medio siglo después del surgimiento de la conciencia medioambiental, son muchos y muy distintos los motivos que conducen a la preocupación por la ecología. Sea por razones económicas, políticas, intelectuales, estéticas, éticas o espirituales, todos aquellos que estamos inquietos por la ecología estamos llamados a iniciar un diálogo sincero y una búsqueda de soluciones a los problemas de nuestra casa común. Esta doble tarea de comunicación y trabajo compartido señala el gran reto de nuestra época, señala el inicio de una necesaria transformación silenciosa.