
Luis Santiago Cano
Con una población de casi 160 millones de personas, Bangladesh es el octavo país más poblado del mundo, con la densidad de población más alta del planeta: 1.237,51 habitantes por kilómetro cuadrado – y creciendo a una tasa estimada de 1,59% anual. En el Informe sobre Desarrollo Humano del Programa de Desarrollo de la ONU de 2013, el valor de índice de desarrollo humano del país para el año 2012 ha sido de 0,515 – considerado como bajo en las categorías de desarrollo humano – ocupando el puesto 146 de 187 países y territorios considerados. Treinta millones de personas pueden ser consideradas extremadamente pobres.
Considerando el riesgo a desastres naturales a nivel mundial, las cifras no son mejores para el país: ocupa el primero y el sexto a nivel mundial en términos de la vulnerabilidad y la exposición de las personas a inundaciones y ciclones. Del mismo modo, el país está muy expuesto al riesgo de tsunami (3º de 76 países) y terremotos (17º de 153), los deslizamientos de tierra (35º entre 162), y la sequía (63º de 162). Según informes recientes, Bangladesh se enfrenta a riesgos extremos en referencia al cambio climático y se ubica como el segundo país en el índice de vulnerabilidad al cambio climático.

Foto des: Caritas Bangladesh-Dinajpur
Teniendo en cuenta las anteriores cifras, no es difícil imaginar en este contexto cómo los marginados sufren lo peor y en primer lugar, siendo los pueblos indígenas en Bangladesh uno de los grupos más expuestos a la exclusión extrema. En el Informe de 2012 sobre los pueblos indígenas en Bangladesh elaborado por la Fundación Kapaeeng, una organización que trabaja por los derechos humanos de los pueblos indígenas en Bangladesh, afirma que hay más de 54 comunidades étnicas indígenas que viven en Bangladesh desde hace siglos, y en la actualidad, la población perteneciente a estas minorías étnicas la conforman más de dos millones de personas.
El informe dice además que: “la Constitución de Bangladesh no reconoce a estas minorías étnicas, lingüísticas y culturales como ‘pueblos indígenas.’ La 15ª Enmienda a la Constitución en 2011 consideró a los pueblos indígenas como “tribus, razas menores o sectas étnicas,” considerando a todos los pueblos de Bangladesh, independientemente de sus orígenes étnicos, lingüísticos y culturales, como “bengalíes.” Los pueblos indígenas rechazaron esta disposición argumentando que son ciudadanos de Bangladesh, pero no son “bengalíes” como nación. Todos ellos son nacionalidades distintas e independientes, con carácter, identidad étnica, cultura, costumbres, lengua y estructura social aparte de los bengalíes. Por otra parte, una serie de documentos legales del gobierno usan los términos “tribal,” “indígena,” o “aborigen” de manera intercambiable. Los Pueblos Indígenas rechazaron la 15ª Enmienda a la Constitución, diciendo que socava los derechos humanos y las libertades fundamentales de los Pueblos Indígenas.”

Foto des: Caritas Bangladesh-Dinajpur
Una de las principales organizaciones que trabajan apoyando a los pueblos indígenas en el país es Caritas Bangladesh. Con una oficina nacional en Dhaka, Bangladesh Caritas opera en ocho oficinas regionales con programas de desarrollo integrado, gestión de desastres, y el desarrollo de recursos humanos.
Una de las minorías étnicas más antigua y numerosa es el pueblo Santal, en la región noroeste de Bangladesh. A principios de este mes surgió la oportunidad de ir allá para entender las condiciones de vida de esta minoría étnica en el distrito de Dinajpur, precisamente en el noroeste de Bangladesh, y donde Caritas Bangladesh cuenta con una oficina regional. Además pudimos visitar una aldea.

como combustible en la cocina.
Foto de: Luis Santiago Cano
De acuerdo con diferentes organizaciones sociales y sin fines de lucro, la comunidad Santal también se encuentra en una fragante situación de vulnerabilidad y desventaja, pobres y víctimas de graves formas de explotación y de injusticia. Están dominados y discriminados por las comunidades locales mayoritarias, dirigidas por hombres de negocios conocidos como Mahajan (terratenientes usureros). El Santal tiene un acceso muy limitado a la educación, a los programas de gobierno, o las actividades de generación de ingresos. Ellos sufren la pobreza más extrema, la falta de tierras, el analfabetismo, la explotación, y una situación que se puede considerar de cierto “apartheid.” Ellos no sólo son discriminados y explotados, sino también hay muchos casos en los que son engañados y sus tierras y otros activos son acaparados por la fuerza de la mayoría bengalí.

El Santal depende principalmente de la agricultura, y por lo tanto son extremadamente vulnerables a los desastres naturales y el cambio climático. Sus casas son de barro y paja (principalmente los techos), ambos materiales baratos y disponibles en abundancia. Ellos siguen utilizando estos materiales ya que no tienen ingresos suficientes para comprar ladrillos y techos de metal para construir las casas. Este tipo de edificación tradicional se podría mejorar en base a su tradición, manteniendo el uso de estos materiales poco costosos, pero introduciendo algunos conocimientos técnicos para reducir el riesgo a los desastres naturales.
El excremento del ganado se utiliza para hacer estacas combustibles para hacer fuego en la cocina, una forma sostenible para responder a la escasez de leña, una consecuencia de la deforestación secular que ha sufrido la región durante siglos. Y a diferencia de otros pueblos pobres de todo el mundo que no cuentan con gestión de residuos, la aldea visitada presentaba un aspecto muy limpia y sin ningún papel o plástico.
Estas son las primeras impresiones de una breve visita. Hay mucho trabajo por hacer para asegurar que los pueblos indígenas sean capaces de alcanzar un desarrollo humano integral que fortalezca su capacidad para participar con equidad y que encuentren opciones sostenibles de vida, a la vez que se adaptan a un paisaje y entorno cambiante.