
José Ignacio García, SJ
La reciente CG de los jesuitas ha sido una nueva oportunidad para reflexionar sobre los retos que como comunidad de Iglesia tenemos delante de nosotros, y ver nuestras capacidades -y temores- para responder ante ellos.
La elección del P. Arturo Sosa como superior general es parte de la respuesta a esos retos. Sin duda alguna, la CG ha sentido que el P. Sosa es quien mejor nos puede ayudar a responder en un contexto mundial tan complejo, marcado por una creciente desigualdad y el acceso al poder de líderes populistas que buscan atraer a la población con políticas efectistas, aunque suponga reducir las garantías para la libertad y los derechos humanos.
Le Congregación General, además de elegir al nuevo superior general, ha reflexionado conjuntamente sobre la misión de la Compañía en este nuevo contexto. Lo ha hecho fijándose en tres elementos fundamentales como son la comunidad, nuestra identidad y la misión a la que queremos responder.
Comunidad, cómo vivimos
La comunidad sigue siendo un desafío para los jesuitas. No se trata tanto de la “comunidad concreta” sino de las relaciones que establecemos dentro de ella, y también de nuestros estilos de vida. Necesitamos más coherencia entre lo que hacemos (misión), lo que somos (identidad) y cómo vivimos (comunidad).
Muchos de nuestros esfuerzos, llenos de buena voluntad, pierden mucha credibilidad porque nuestros estilos de vida no son coherentes con el mensaje que anunciamos. Esto es muy evidente ante los desafíos medioambientales, no se trata sólo de conocer la encíclica Laudato si’ – y es muy importante conocerla- pero más importante el aplicarla, el implicarnos en ello mediante la transformación de nuestros estilos de vida personales y comunitarios.
Identidad, lo que somos
La identidad jesuita está marcada por una profunda experiencia de Dios que vivimos a través de los Ejercicios Espirituales. La Congregación invita a cada jesuita a profundizar responsablemente en la experiencia de los Ejercicios. Se trata de una renovación que comienza -y se sostiene- por el cuidado de nuestra vida interior. De nuevo este deseo de coherencia: que lo que somos se exprese del mejor modo posible en lo que hacemos y en nuestro modo de vivir.
Misión, lo que hacemos
Por último, nuestra misión. Este es sentido de nuestra existencia, no hemos sido fundados para “ser,” como si fuésemos una esencia estática flotando en el cosmos o una señal luminosa que apunta al cielo para indicar dónde puede que esté Dios; tampoco hemos sido fundados para solamente vivir juntos, porque no somos una orden monástica. Los jesuitas hemos sido fundados, formados y vivimos para colaborar con Cristo en una misión de reconciliación y justicia. Este es precisamente el título del principal texto aprobado por la Congregación.
Reconciliación y la consolación
La misión de los jesuitas hoy está guiada por una dinámica de reconciliación que promueve la justicia. La reconciliación se desarrolla en los tres niveles que nos son ya conocidos: reconciliación con Dios, con los otros y con la creación.
La reconciliación con Dios quiere recoger todos los esfuerzos por el anuncio explícito del Evangelio, por cómo hacer para que Jesucristo sea conocido y amado.
La reconciliación con los otros es la expresión de nuestra búsqueda por un mundo más justo y en paz, aquí se reconoce cómo la Compañía se ha implicado en tres grandes áreas: las migraciones y los desplazamientos forzosos, con especial mención al Servicio Jesuita a Refugiados; el acompañamiento a minorías y pueblos marginados (como las comunidades indígenas, los Dalits y otros grupos vulnerables en los márgenes de la sociedad) y por último todas las formas de violencia que surgen de grupos fundamentalistas religiosos, se necesita que todos los creyentes nos unamos para mostrar que la experiencia religiosa, para ser auténticamente religiosa, rechaza la violencia.

La reconciliación con la creación es el tercer gran área de esta misión, se trata del cuidado de la casa común como proclamó el Papa Francisco en Laudato si’. El mismo Papa es el que ha destacado que afrontamos una sola crisis: socioeconómica y medioambiental, no son dos realidades separadas sino una sola amenaza para el futuro de la humanidad y del planeta. Detrás de esta doble crisis está un modo depredador de relacionarse con la naturaleza y de usar a las personas poniéndolas al servicio de los intereses económicos. El cuidado de la casa común necesita poner la creación de Dios (personas y naturaleza) en el centro si queremos tener un futuro sostenible.
Esta reconciliación con la creación requiere, por nuestra parte, una colaboración activa. Debería, en primer lugar, movilizarnos para estar junto a los más vulnerables, compartiendo con ellos sus dificultades y sus esperanzas. En segundo lugar, deberíamos modificar nuestros estilos de vida, buscando aquellos que son más respetuosos con el medio ambiente y más solidarios especialmente con los pobres y marginados. Nuestra actividad debe tener siempre un fuerte fundamento intelectual, y no puede olvidar la celebración alegre para dar gracias “por tanto bien recibido.” La Congregación hace mención expresa del Amazonas y la cuenca del Congo como dos lugares concretos en los que ya se ha iniciado la implicación de los jesuitas, y en los que se espera que el compromiso seguirá todavía con más intensidad. Son dos regiones clave para el futuro del planeta.
En su visita a la CG 36 el Papa Francisco nos recordó la necesidad de “pedir la consolación.” Este ministerio de reconciliación sólo puede ser recibido por nuestros hermanos y hermanas, si es un mensaje de esperanza. La consolación supone que lo que nos mueve internamente es la alegría y la gratitud. La consolación no es ingenua relación con el mundo, sino que comprendiendo toda su complejidad somos capaces de reconocer a Dios presente y activo.