Sostenibilidad en los Pirineos

Sostenibilidad en los Pirineos

El Comité del Patrimonio Mundial de la UNESCO declarado Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido en los Pirineos como sitio de patrimonio mundial en 1997. Foto de: spain.info

Maria Laguna Marin-Yaseli, PhD

Mucho antes de la incorporación de España a la Unión Europea, en el seno de ésta ya había comenzado a gestarse una honda preocupación por la situación de las zonas de montaña, de éstas y de su gestión se habla a continuación.

Sobre un medio físico hostil, en principio poco favorecedor para el desarrollo de las sociedades humanas, los municipios de montaña habían ido adaptándose al devenir de los acontecimientos históricos, en muchas ocasiones con mayor fortuna que las grandes ciudades circundantes.  No obstante, en el contexto de una economía globalizada, las áreas de montaña no resultaron competitivas y así comenzaron a perder población.

En España, en los años 50 del pasado siglo, estos territorios se enfrentaban a una sangrante hemorragia de población, conocida bajo el nombre de éxodo rural.  Envejecimiento, altas tasas de masculinidad, pérdida de iniciativa y de emprendedores, atraso…eran algunas de las manifestaciones del círculo vicioso de la despoblación acuñado por Gilg en 1981.

Todos estos rasgos, generales a las áreas de montaña europeas, se presentaron con especial virulencia en el Pirineo Aragonés, cordillera al norte de la Península Ibérica.  Durante años había servido de refugio a diferentes poblaciones y había abastecido de recursos y materias primas a su entorno, pero en el año 1986, cuando España ingresaba en la entonces Comunidad Económica Europea, este territorio estaba sumido en una profunda crisis.  Esta incorporación supuso una inyección económica de más de 150 millones de euros a través de la Política Agraria Comunitaria, la Política Regional de Industrial y Turismo (estas dos últimas quizá en menor medida).  El caso del Pirineo Aragonés puede tomarse como ejemplo de un área deprimida de montaña a la que se le inyectó una gran cantidad de fondos, algunos en forma de subvenciones a fondo perdido, otros en calidad de incentivos durante más de dos décadas.

Hace más de dos lustros que estudiamos la repercusión de todas estas ayudas en el conjunto del Pirineo Aragonés, en su población, en su economía, en su sociedad…concluyendo que, en esta zona, solo han tenido visos de prosperidad económica los municipios que estaban en el área de influencia de las estaciones de esquí.  Llegados a este punto cabe preguntarse.  ¿Qué hubiese sido de este territorio en ausencia de las ayudas para su desarrollo?  Pero quizá más importante: ¿Es esto un rasgo de sostenibilidad?

A la primera se puede responder comparando esta zona de alta montaña con otras de menor altitud (media montaña), del propio territorio español.  En este sentido se  observa que su situación respecto de la población y de la economía es mejor (menor envejecimiento, menores tasas de masculinidad, mayor viabilidad económica en el Pirineo). Pero ya sabemos que esto no se debe a las propias ayudas sino a las estaciones de esquí.

La respuesta a la segunda pregunta es, rotundamente, no.

El término desarrollo sostenible fue acuñado por primera vez por Go Brutland en 1988, un par de años después de la mencionada incorporación de España a la Unión Europea.  Sobre este concepto se ha hablado mucho y ha sido modificado varias veces pero, en cada nueva definición se insiste de una u otra forma en la confluencia de tres términos: Economía, Sociedad y Medio Ambiente.

Y son estas tres disciplinas las que ponen de manifiesto que el actual modelo de desarrollo del Pirineo Aragonés no es sostenible.  Las estaciones de esquí, sin duda, han revolucionado la economía de estos pequeños pueblos de montaña.  Han pasado de un sistema de subsistencia a uno de mercado.  No se puede negar que han mejorado pero, ¿hasta cuándo?  La excesiva focalización en “el turismo del oro blanco” ha arrinconado, hasta casi hacerlas desaparecer, a las actividades más tradicionales.  Los antiguos bancales que sujetaban las terrazas agrícolas han sido abandonados, están rotos y ocupados por la vegetación, el bosque ya no se limpia, el ganado no contribuye a la mejora de los pastos.  En un contexto de cambio climático como el actual, en el que la isoterma 0ºC, la que mantendrá la nieve en invierno ascenderá; ¿De qué vivirán esta sociedades si ya nos queda nada de sus actividades primarias?  ¿Quién regenerará su suelo, quitará las pilonas y los cables que ha traído el esquí?  ¿Quién podrá estudiar su flora o fauna endémica si ya no existe?

El Medio Ambiente ha sido modificado, no solo alterándose la flora o fauna, sino también con un aumento de la escorrentía si desaparece la vegetación, desestabilización de laderas, alteración de los sistemas hidrológicos…en definitiva, la destrucción de los elementos del paisaje.

¿Y la Sociedad?  Los urbanitas, desde luego, estamos encantados.  En poco más de tres horas desde muchos lugares de España podemos llegar a unas laderas cubiertas de nieve por las que deslizarnos para quitarnos el estrés (si uno se olvida, claro está, de los atascos que ha tenido soportar para llegar a la estación de esquí, las filas para conseguir el ticket del día, o las colas para acceder a un remonte).  Pero nosotros no somos los importantes.  ¿Alguien, además de los beneficios económicos, habló a los habitantes de estas zonas del precio que tenían que pagar por abrazar este turismo de masas?  ¿A quién le gustará perderse sobre laderas con pastos ralos, sobre pendientes heridas por tuberías y cables, por construcciones abandonadas que en tiempo albergaron cafeterías a pie de pista?  ¿Quién…?

En Aragón se debate estos días la aprobación de la unión de las estaciones de esquí de Astún, Candanchú y Formigal, a través  del Valle de Canal Roya, que creará el mayor dominio esquiable de España y uno de los más grandes de Europa y que esquilmará uno de los pocos lugares que no han sido modificados por el ser humano.  Durante generaciones los alumnos del Colegio del Salvador de Zaragoza han pasado en ese valle temporadas veraniegas, disfrutando de los valores humanos y de la naturaleza.  El Padre Prieto era el encargado de organizar esos campamentos, en los que los escolares aprendían el verdadero significado de la sostenibilidad.

Espacio que hasta ahora no había requerido de ninguna protección legal especial para su supervivencia, espacio donde habíamos ejercido, hasta ahora, nuestra responsabilidad y libertad como especie dominante.  No podemos detener lo que ya está hecho, estas tres estaciones de esquí ya existen, pero sí podemos preservar este valle.  Parece ser que Economía y Sociedad han hablado. Seamos ahora nosotros la voz del Medio Ambiente.

María Laguna Marín-Yaseli, PhD, es doctora en geografía y profesora en la escuela secundaria de los jesuitas Colegio del Salvador en Zaragoza, España.

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