
Jaime Tatay Nieto SJ
En el quinto aniversario de la promulgación de la encíclica Laudato Si’ (2015), un artículo recientemente publicado en la revista Religions, en Ingles, Sustainability, the Pontifical Academy of Sciences, and the Catholic Church’s Ecological Turn analiza el modo como las cuestiones ambientales se han integrado en el pensamiento social cristiano a lo largo de los últimos 50 años.
En este reciente desarrollo histórico, la investigación académica ha prestado especial atención a la forma en que las diferentes corrientes eco-teológicas, los desarrollos culturales y las iniciativas comunitarias influyeron en el giro ecológico de la Iglesia. Sin embargo, no se ha estudiado a fondo el papel clave desempeñado por las instituciones eclesiales intermedias, en particular por interlocutores altamente cualificados como la Pontificia Academia de las Ciencias (PAS).
El artículo afirma que una institución intermedia de carácter “epistémico” como la PAS ha sido clave en este desarrollo: advirtiendo de la gravedad de las cuestiones socioambientales, promoviendo la alfabetización ecológica, fomentando la reflexión ética y catalizando un diálogo interdisciplinar orientado a la incidencia política.
Reproducimos, a continuación, las conclusiones traducidas al castellano.
Conclusiones
Según Christiana Z Peppard, la cuestión, tanto para el Vaticano como para los académicos, “no es si la ciencia y la religión pueden coexistir. La pregunta es cómo el avance científico informa la interpretación teológica y el razonamiento ético en un mundo de innumerables dependencias mutuas.” Desde su refundación en 1936, los académicos se han preocupado por estudiar los nuevos desafíos científicos y técnicos, pero también por promover la reflexión ética para orientar la política y guiar el magisterio de la Iglesia.
Dado el carácter profundamente interdisciplinar de la ciencia de la sostenibilidad, los científicos de la PAS – y, desde 1994, junto con los científicos sociales de la PAS – se han convertido en socios en un diálogo significativo entre las ciencias naturales, las ciencias sociales, la filosofía y la teología. De hecho, la Academia ha funcionado extraoficialmente como el consejo científico de referencia para la Iglesia Católica. No es de extrañar que fuese la primera institución eclesial que prestase una atención cuidadosa y sostenida a los nuevos desafíos socioecológicos a los que se enfrenta la humanidad, transmitiendo las apremiantes cuestiones éticas planteadas por los académicos a los pontífices y, a través de su alcance mundial, a los políticos, los líderes religiosos de otras tradiciones religiosas y la sociedad civil en su conjunto.
Si, como afirma Elinor Ostrom, “la diversidad institucional puede ser tan importante como la diversidad biológica para nuestra supervivencia a largo plazo,” podríamos argumentar que la diversidad institucional interna de una religión global como la católica ha desempeñado un papel clave y puede ser tan importante como el propio magisterio oficial para hacer frente al desafío de la sostenibilidad, la mayor amenaza individual para nuestra supervivencia a largo plazo.
Christopher D Ives y Jeremy Kidwell afirman “que, si bien hay mucho apoyo potencial para los valores humanos de la sostenibilidad dentro de las tradiciones religiosas, es esencial que la religión sea vista como un fenómeno institucional complejo, de múltiples escalas y multidimensional.” Estos investigadores distinguen entre el individuo, la comunidad y la escala institucional formal. Los tres niveles interactúan entre sí y son permeables al contexto sociocultural y ecológico en el que se insertan. Para Ives y Kidwell, la escala institucional formal incluye “declaraciones públicas de las principales religiones o denominaciones” como Laudato Si’; la escala comunitaria representa “las enseñanzas y puntos de vista de iglesias, templos o comunidades religiosas particulares”; y la escala individual “son los valores que poseen los miembros individuales de estas comunidades, que pueden ser muy diversos y entrar en conflicto a veces con los valores propugnados en las otras escalas.”
Este esquema de tres capas es útil para entender cómo los valores sociales, los conceptos éticos y las percepciones teológicas se reciben, reinterpretan y transmiten dentro de las religiones a diferentes niveles. En su análisis de Laudato Si’, la declaración católica más autorizada sobre ecología hasta la fecha, Kevin O’Brien concluye: “A partir de la encíclica, las éticas ecológicas cristianas pueden aprender la importancia de identificar las escalas espaciales y temporales en términos morales y la utilidad de los niveles jerárquicos que distinguen entre las preocupaciones locales, comunitarias y mundiales.” Sin embargo, respecto a la sostenibilidad, no sólo los especialistas en ética pueden aprender acerca de la centralidad del pensamiento multiescalar y de las organizaciones jerárquicas. A fin de entablar un diálogo interdisciplinar y cooperar, los teólogos, filósofos, historiadores, economistas y encargados de la formulación de políticas también pueden aprender de esta experiencia. Como dice Nathan Schneider, la cooperación es “organización en profundidad.”
La cuestión de si el principio de subsidiariedad ha desempeñado un papel importante en el desarrollo institucional de la Iglesia y en el surgimiento de un campo de juego interdisciplinar, y una “perspectiva multiescalar” sobre cuestiones ambientales, sigue abierta. Sin embargo, hay pruebas suficientes para sostener que las instituciones intermedias eclesiales, como la PAS (y también, en menor medida, Caritas Internationalis, la Academia Pontificia para la Vida, el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz y la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales), deben considerarse instituciones epistémicas o legítimas “comunidades de discurso” dentro de la estructura de la Iglesia y, por lo tanto, actores relevantes, no magistrales, en la jerarquía eclesial.
También cabe señalar la interacción entre la PAS, una “institución epistémica” basada en la igualdad y el diálogo que “asimila la investigación científica y técnica básica y la aplica a problemas jurídicos o políticos específicos,” y el Vaticano, una institución jerárquica basada en la tradición y la autoridad que promulga Magisterio oficial y ofrece directrices morales. La interacción asimétrica entre ambas instituciones requiere una investigación más a fondo, ya que podría arrojar luz sobre la forma en que otros actores en el ámbito del medio ambiente pueden participar en procesos deliberativos. Si, como sostiene Johnston, “en definitiva la sostenibilidad no es un objetivo o un punto final, sino algo más cercano a un proceso de discernimiento comunitario, y una estrategia para comprometerse con otros que no comparten los mismos valores o la misma visión del futuro, entonces la larga historia del compromiso con diferentes ciencias, filosofías y tradiciones éticas en la PAS se convierte en un estudio de caso paradigmático en el proceso de discernimiento global estimulado por la Agenda 2030.
La acción coordinada entre movimientos religiosos y seculares medioambientales sigue siendo poco frecuente. El intercambio de información está muy difundido entre estos dos grupos, pero los vínculos entre las organizaciones y las estrategias coordinadas de promoción no son la norma. A la luz de estas dificultades, la historia de la PAS muestra que los muy diferentes antecedentes espirituales y académicos de los académicos no han sido un obstáculo, sino más bien un catalizador para el discernimiento comunitario, el razonamiento ético, la investigación interdisciplinar y, en menor medida, la incidencia política.
La lección aprendida del diálogo histórico entre la PAS y el Vaticano indica que los marcos institucionales son importantes y pueden conducir a fructíferos procesos comunitarios de discernimiento y colaboración. Se trata de una forma de proceder que podría ampliarse para “fortalecer los medios de aplicación y revitalizar la asociación mundial para el desarrollo sostenible” (ODS17).