
Pedro Walpole, SJ
Con el tipo de preocupaciones que tiene la gente normalmente, parece que no hay momento ni lugar para los terremotos, pero son acontecimientos inevitables en las principales regiones del mundo. Haití, con un terremoto de magnitud 7,0 en la escala de Richter que asoló por completo el país en enero de 2010, es una tragedia en la memoria viva de la gente, y una llamada al espíritu humano para la misericordia.
Cuando la tierra se estremece, todos nos estremecemos y puede que nos haga caer. La mayoría de la gente recuerda Haití y los grandes terremotos registrados desde entonces, pero los terremotos pueden ocurrir en cualquier momento y la gente tiende a olvidarse de este peligro, por lo que muchas veces les agarra desprevenidos y les atrapa la tragedia. Justo antes de que el terremoto Bohol aconteciera este mes de octubre, se reportaron terremotos en China (5,9 magnitud, agosto de 2013), Pakistán (7,7 magnitud, septiembre de 2013) y Taiwán (6,3 grados de magnitud, octubre de 2013).
El Instituto Filipino de Vulcanología y Sismología proporcionó un breve sumario del terremoto “equivalente a 32 bombas atómicas” , y que ocurrió la mañana del 15 de octubre de 2013:
A las 08:12:31 am, hora local, el 15 de octubre de 2013, se ha producido un terremoto de 7,2 Mw en la isla de Bohol. El epicentro se localizó a 6 kilómetros del punto S24W (9,86 N°, 124,07 E°) en el municipio Sagbayan, a una profundidad de 12 kilómetros. El terremoto produjo 1) la ruptura de la superficie (suelo), 2) el temblor de la tierra, 3) licuefacción, y 4) y corrimiento y deslizamiento de tierra. Varios socavones aparecieron después del terremoto. Se reportaron graves daños en infraestructura y casas en los municipios del norte y el suroeste de Bohol, incluyendo Maribojoc, Loon, Tubigon, Calape, Clarín Inabanga, Buenavista, Danao, Sagbayan, Catigbian, San Isidro, Antequera, Balilihan y Cortes. Estos pueblos fueron además las áreas donde se produjeron los temblores de tierra más fuertes; PEIS VII-VIII (temblores de tierras de destructivo a muy destructivos). Igualmente se registraron daños en viviendas e infraestructura en Tagbilaran y en el sur de las municipalidades de Loboc, Carmen, Lila, Valencia, Alburquerque, Baclayon y Loay.
La gente no tiene agua ni electricidad, han perdido la vivienda, y se puede estimar que hay más de 300.000 personas en unas condiciones que no son seguras. Es evidente que el país no estaba preparado para este evento específicamente, en tiempo y lugar, y se ha respondido hasta donde se ha podido, contando con la ayuda global del mundo. Existe una corriente de preocupación que está canalizando una ayuda básica hasta donde es posible. Se han puesto ahora en marcha una serie de investigaciones a lo largo de las líneas de fallas y zonas de terremotos potenciales en todo el país. Las personas, las comunidades, el gobierno y la sociedad son cada vez más conscientes de la necesidad de mejorar en la gestión del riesgo de desastres, en particular a partir de la demoledora serie de 20 inundaciones en los últimos 10 años, donde ha muerto tanta gente.

Esto, por supuesto, es de una naturaleza diferente a los problemas que nos tenemos que enfrentar por el cambio climático que hemos inducido nosotros mismos con la actividad humana. No es el cambio climático, son cambios producidos en la tierra, y que nos hace adaptarnos en dónde vivimos y cómo es exactamente lo que construimos. Existe una gran tristeza por la pérdida de patrimonio histórico, sobre todo edificios de la iglesia, pero lo que se siente profundamente es la pérdida de vidas y el comienzo de otro período de sufrimiento para las personas supervivientes, que merecen una vida más segura.
Hemos aprendido otra vez con esta tragedia los fundamentos de la compasión, permanecer en estado de alerta para responder adecuadamente y la generosidad, pero tenemos que ser mucho más rigurosos en nuestras políticas y reacondicionamiento de las infraestructuras, y no esperar a que ocurran los desastres para aprender las lecciones.
Cuando ocurrió el terremoto yo estaba en la vecina isla de Cebú indagando la posibilidad de adquirir unas tierras por parte de las comunidades sin hogar que buscaban construir una comunidad. La zona costera en dónde estábamos sufrió claramente la licuefacción del suelo y el temblor alcanzó tal grado que se sintió definitivamente en Cebú.
Otra zona de viviendas que visitamos en Cebú era en realidad una “colina de chocolate.” Este término se refiere a las famosas “colinas de chocolate” de Bohol, que son formaciones geológicas formadas por tierra caliza que se vuelven marrón durante el verano cuando no hay lluvia, adquiriendo un color “chocolate.” Después del terremoto, la mayoría de las “colinas de chocolate” quedaron al descubierto y se desparramaron dejando al descubierto la roca caliza de la que están formadas.
Amplias áreas de Cebú tienen un paisaje kárstico similar al de Bohol, y los ingenieros en planificación todavía diseñan la construcción de caminos rectos en las laderas, haciendo una planificación de escritorio sin tener en cuenta los riesgos, sólo considerando “la eficacia” de mover a la gente y definir los usos de la tierra sin pisar el terreno.
También he pasado los últimos 15 días revisando la historia del desastre en el valle de Compostela, en el sur de Mindanao, los realojamientos, y la obstinación de un alcalde que cree que el gobierno debería evitar las avalanchas a su manera; el acondicionamiento realizado parece un camino glacial recién creado sin ningún futuro de estabilidad a largo plazo en absoluto.

Estamos advertidos de muchas maneras para que reconozcamos que hay un límite respecto a la relación contenciosa que tenemos con la tierra. Aunque muy diferentes realidades, se puede poner como ejemplos el caso de la energía nuclear de Fukushima en Japón, la recuperación de tierras y realojo en Tondo (Filipinas), o la técnica para extraer gas del subsuelo conocida como “fracking.” También esto requiere una nueva evaluación de los programas de vivienda para las personas sin recursos, ahora dramáticamente incrementado hasta 3,6 millones de personas sin hogar que necesitan refugio.
No podemos y no vamos a hacer funcionar un mundo perfecto, pero tenemos la virtud de la compasión, la humildad y la conciencia de que ahora tenemos que hacer todo lo que esté a nuestro alcance desde el punto de vista social y científico para adelantarnos y prepararnos para las adversidades naturales. Aplicar las normas para la construcción de los edificios, a sabiendas de la zona donde se vive, utilizar datos de precipitaciones e hidrológicos disponibles para estimar los riesgos de inundaciones usando teléfonos inteligentes y dispositivos móviles, sistemas de alerta temprana, protocolos de actuación con las pautas a seguir en caso de evacuación y definir las vías de acceso a zonas seguras, son sólo algunos de los ejemplos de preparación en caso de que ocurra un desastre natural.
Un clamor humano de misericordia se extiende por todo el país porque no sabemos cuándo golpeará de nuevo un terremoto, ni tampoco sabemos dónde. Esta experiencia en Bohol se trata de un fallo desconocido, pero no por culpa humana. La bendición ha sido que si el terremoto hubiera ocurrido en horas de clase en los colegios y liceos, o durante las misas, hubieran fallecido muchos más miles de personas.
Algunos pueden tomar esto como una advertencia divina sobre lo que se ha hecho mal, pero la mayoría de la gente hoy en día lo entiende como parte de un mundo, una tierra, que está en movimiento. Nos recuerda nuestra fragilidad humana y la necesidad de cuidar al prójimo mientras podamos y buscar nuevamente un significado más profundo en la vida que se sustenta en estas relaciones, y de la nuestra con Dios.
Para una lectura adicional (en inglés), la Conferencia Asia Pacífico de la Compañía de Jesús ha escrito un artículo relacionado sobre Tabang Visayas (Ayuda a Visayas).