La Compañía de Jesús tiene algunas peculiaridades en su forma de gobierno, especialmente si la comparamos con otras congregaciones religiosas. Mientras que lo habitual es que los órganos supremos de las congregaciones religiosas se reúnan periódicamente cada tres, cuatro o cinco años, en los jesuitas este órgano supremo que se llama Congregación General (CG) se reúne sólo para elegir un nuevo superior general por muerte, incapacidad o renuncia del actual.
Efectivamente, el cargo de superior general es elegido “por vida,” algo bastante inusual en nuestro tiempo, pero fue propuesto por el fundador, Ignacio de Loyola, y así ha permanecido por más de cuatrocientos años.
La elección del superior general es un momento cargado de simbolismo para los jesuitas, pero es también importante porque el superior general marca el liderazgo apostólico de la Compañía de Jesús. La Congregación General 36 que se celebrará en Roma desde el 3 de octubre de 2016 tiene como primera tarea elegir al nuevo superior general, el sucesor del P. Adolfo Nicolás.
Pero también la Congregación es el momento en el que se identifican nuevas líneas de acción, o se confirman otras que se han establecido previamente. Como el mismo P. Adolfo Nicolás declaró recientemente al ser preguntado sobre sus expectativas de cara a esta congregación general 36: “Estas serían mis expectativas. Es decir, espero que la Congregación produzca como fruto una más intensa vida religiosa en el espíritu del Evangelio y renovada imaginación para afrontar nuestra misión.”
Podemos decir que esta “renovada imaginación”, esta capacidad de mirar más lejos y en profundidad sería el resultado, deseado por muchos, de la CG 36.
Desde que la CG 32 (1975), bajo el liderazgo del P. Pedro Arrupe, definió la misión de la Compañía como “el servicio de la fe, del que la promoción de la justicia constituye una exigencia absoluta” (Decreto 4, Número 2) los jesuitas se han esforzado por vivir esa “fe que realiza la justicia.”
No ha sido siempre fácil, ni tampoco evidente, cómo se debía llevar adelante esta vocación. El mundo nos ha situado en contextos totalmente contrapuestos; mientras unos jesuitas vivían en sociedades opulentas y consumistas, otros permanecían bajo regímenes totalitarios que negaban libertades fundamentales como la religiosa; al mismo tiempo, otros compañeros vivían la llamada a promover la justicia en sociedades donde unas pequeñas elites, mediante el uso de la violencia, mantenían a la mayoría de la población en extrema pobreza.
La CG 34 (1995) confirmó la misión de la Compañía como “servicio a la fe y promoción de la justicia” pero recordó la importancia del contexto en el que estas acciones se llevan a cabo, por eso la necesidad de estar atentos a los contextos culturales, y muy concretamente a la dimensión interreligiosa.
Pero además la CG34 recordó la importancia del “diálogo” como la categoría que debe orientar toda nuestra acción. Queriendo superar momentos donde la violencia, o el control político, han provocado reacciones más polarizadas, la Compañía busca que el diálogo sea el testimonio de Jesucristo, la Palabra encarnada.
La CG 35 (2008) confirmó una vez más el par fe-justicia, pero destacó, que esta misión constituye un ministerio de reconciliación – ministerio de reconciliación con Dios, con los otros y con la creación. (Decreto 3, los números 12 y31-36)
Por primera vez la Compañía de Jesús reconocía en uno de sus textos corporativos el lugar fundamental de la responsabilidad medioambiental. Esta declaración, primera, de la CG se vería reforzada con el documento Sanar un mundo herido (2011), del Secretariado para la Justicia Social y la Ecología, que permitió una toma de conciencia amplia entre jesuitas y colaboradores.
En este recorrido breve, y simplificado, de la creciente toma de conciencia en la Compañía de Jesús de la importancia de los retos medioambientales tenemos que reconocer que nos hemos movido, y nos seguimos moviendo, mucho más lentamente que la sociedad civil.
Desde los grupos medioambientalistas, la investigación científica e incluso la industria y el mundo de los negocios la conciencia por la crisis ecológica ha ido creciendo más deprisa. Y si consideramos algunos países concretos, Alemania, los países nórdicos en Europa, tenemos que reconocer que la preocupación medioambiental hace mucho que probó que no era una moda pasajera para convertirse en una fuerte conciencia social.
En la Iglesia Católica, que también había vivido de espaldas a esta cuestión – salvo muy concretas manifestaciones – la encíclica Laudato si’ del Papa Francisco (2015) ha supuesto un enorme impulso, primero para la toma de conciencia y tenemos que confiar también para la acción.
El Papa Francisco ha puesto el acento en la conexión existente entre la crisis medioambiental y la crisis social que vivimos. La pobreza, la exclusión social y la marginación forman parte del entramado de la degradación medioambiental; no son dos crisis separadas, sino una sola que es el síntoma de algo mucho más profundo: la equivocada forma de organizar nuestra sociedad (la producción y el consumo); el sistema económico actual tiene una orientación depredadora -descarte- tanto de los recursos naturales como de las personas.
Por eso, insiste el Papa Francisco, la solución exige una respuesta profunda y radical. Debemos alterar la dirección de nuestro desarrollo si queremos que llegue a ser sostenible. No basta con cambios cosméticos, necesitamos un modo nuevo de producir y consumir, que ponga la creación de Dios en el centro: a las personas y la naturaleza.
La CG 36 en ese “ejercicio de imaginación” que proponía el P. Nicolas, ¿será capaz de ofrecer nuevas perspectivas para que la Compañía de Jesús pueda responder, corporativamente, a los retos medioambientales y de pobreza que afronta nuestro mundo?
¿Seremos capaces, los jesuitas, de leer los signos – en ocasiones dramáticos y ciertamente amenazadores – de nuestro tiempo?
Las bases están ya puestas, después del desarrollo que hemos descrito tanto en la Iglesia como en la misma Compañía. No podemos esperar menos de la CG 36 de lo que ya ha propuesto el Papa Francisco en la encíclica Laudato si’, o la Compañía se propuso en “sanar a un mundo herido.”
El “ejercicio de imaginación” no debería dirigirse, por tanto, a más declaraciones -por ejemplo, sería difícil superar la encíclica Laudato si’ – sino a proponer modos concretos para poder implementar acciones y modos renovados de proceder.
Obviamente es imposible saber hoy lo que la Congregación discutirá, pero algunos temas que no debería faltar en su agenda deberían ser:
Estilos de vida, tanto personales como comunitarios
Aquí hay un enorme rango de iniciativas que se pueden implementar y que necesitan, además de la voluntad, el asesoramiento cualificado para ahorro de energía, adaptación de edificios, consumo responsable, entre otros.
El acompañamiento y cercanía con las comunidades más vulnerables
Sin esta cercanía nos será imposible comprender la magnitud de los desafíos y la capacidad de respuesta de esas comunidades. Especial atención tienen que recibir regiones como el Amazonas o el Congo, reservas medioambientales imprescindibles para el futuro de la humanidad; pero también todas aquellas regiones que ya se muestran más sensibles a los impactos del cambio climático y que están provocando pérdidas de vidas y el desplazamiento de millones de personas.
La gestión responsable de nuestras inversiones
Los fondos de las Provincias, necesarios para apoyar sus obras apostólicas, deben invertirse de una forma coherente; procesos como la desinversión en empresas de combustibles fósiles o asegurarse de que no invertimos en empresas dedicadas a la depredación de los recursos naturales son algunas de las referencias actuales más importantes.
Tenemos que seguir profundizando en la contribución de nuestras instituciones educativas
No podemos orientar la “excelencia” solamente a habilidades o formaciones orientadas al éxito profesional de carreras bien retribuidas. La formación “para los demás” debe incluir a hombres, mujeres y a la creación. Nuestras instituciones educativas deben ser líderes en la promoción de una sostenibilidad social y medioambiental y el cambio de la “excelencia” para el “liderazgo de servicio.”
La celebración de la creación como don que recibimos
Mientras que la contemplación de la Encarnación de los ejercicios espirituales nos sumerge en la dinámica de la salvación que Dios ofrece, necesitamos tomar conciencia que esta salvación incluye todo lo creado; también el medio en el que vivimos. Necesitamos celebrar la creación para agradecer “tanto bien recibido.” Sólo el agradecimiento, como aprendemos en la espiritualidad de S. Ignacio, tiene la capacidad de movilizarnos en el seguimiento del Señor en compromisos de larga duración y libres de carga ideológica.
Mientras nos acercamos a la CG 36, nos gustaría invitar a los lectores de Ecojesuit a compartir con nosotros sus expectativas sobre lo que debería ser nuestro compromiso y respuesta a los restos medioambientales. Por nuestra parte iniciamos con este artículo una serie de reflexiones que esperamos puedan promover el debate, y la búsqueda en común.